Aceptarme como soy

Aceptarme como soy
Aceptarme como soy

No sé cuál fue la causa que hizo que la mujer dejara de aceptarse como es.  Las escucho decir:  Odio mi cuerpo… Mira esta cara… Y este pelo… ¡Uf!  Qué nariz… Me choca tener la regla (sin darse cuenta que ésta es un regalo).

Y así con una serie de reproches sin tomar conciencia de que somos parte de la herencia genética de nuestros padres, abuelos, etcétera.

En la antigüedad en Grecia (más de 6 mil años), las mujeres celebraban ritos precisamente cuando iniciaba, en las pubertas, el ciclo menstrual.

Eran días de fiesta, de celebración, había baños, bebidas y comidas rituales, y la capacidad para estar en contacto con la madre tierra, porque compartían con ella la capacidad de ser fértiles.

Ellas llevaban la semilla de la vida en su interior y al llegar a la etapa de la pubertad (12 a 14 años), es que tomaban conciencia de sí mismas.

Una de las malas costumbres copiadas del país del norte, es precisamente la obsesión por las cirugías reconstructivas. Cambios en el rostro, el cuerpo, pero no en lo más importante, lo interior, el alma.

He visto mujeres bellas que empiezan con la obsesión de corregir lo que ellas llaman un defecto, bien sea en la mandíbula, las orejas o cualquier otra parte y al poco tiempo están deformes, la nariz no concuerda con el rostro, ni los labios y en su soberbia dicen que Dios se equivocó. Cuando entenderán que la belleza brota del interior y no al revés.

En vez de procurar rostros vacíos deberían de cambiar los odios, las inseguridades, las envidias por el amor, empezando por ellas mismas. Amarse por lo que son: un regalo de Dios, de vida, de oportunidades para descubrir las riquezas que moran en el interior y que no se adquieren por unas piernas bien formadas.

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Cuántos seres han nacido con carencias tremendas y los vemos superándose, escribiendo sin manos, ganando competencias olímpicas, sin piernas, sin vista, porque se han dado cuenta que tienen algo que probar, que su voluntad está por encima de todas las vicisitudes que la vida les presente y sobre todo, porque fueron las características que eligieron para demostrar que todo se puede superar.

Muchas veces me pregunto ¿cómo son las madres que crearon estas hijas? ¿Qué valores les enseñaron, si es que las educaron? ¿Acaso son las madres vacías, ausentes que educaron por teléfono? Porque ahora, cuando mandan a las y los niños a la escuela, ya van con el celular. Y no porque todas trabajan están ausentes.

He conocido a infinidad de madres solteras que trabajan pero saben convivir y compartir con sus hijos, y saben darles calidad de tiempo. En cambio veo también madres que están en otro nivel que los hijos, los niños les hablan y ellas ni siquiera los pelan, o bien porque están leyendo revistas o platicando con las amigas.

Pero volviendo al respeto a sí mismas, el hecho de que no se acepten, trae consigo inseguridad, rechazo a sí mismas como personas y caen en el juego del varón que sabe perfectamente manipularlas y usarlas como un objeto desechable que cuando termina con la novedad, lo cambia por otro.

Ellas lo aceptan y poco a poco van cayendo en el hoyo sin fondo de la inseguridad, la explotación sexual y el vacío. Toda la serie de concursos que se inventan para usar a las mujeres, ellas lo permiten, lo aceptan, sin darse cuenta que lejos de ser admiradas por su “belleza falsa”, están siendo catalogadas como las reses en el matadero, viendo de cuántas maneras más pueden sacarles provecho antes de que dejen de servir.

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De nada sirven la liposucción, las cirugías y los implantes, porque el alma está vacía. La explotación, la prostitución y las mujeres seguirán sintiendo que les falta algo, que se llama sentido común, dignidad y amor a sí mismas, y seguirán creyendo que la belleza, como todo, se puede comprar, pero no así la paz interna.

CIMAC

Imagen cortesía de Depositphotos.com | Plenilunia



Escrito por

Narradora oral, terapeuta.

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