Hijos adoptivos

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Expectativas de la nueva familia

Adoptar un hijo es, muchas veces, la única opción de las parejas que quieren formar una familia pero no por ello deja de ser motivo de alegría y satisfacción. Un nacimiento provoca grandes cambios y cuando se trata de una adopción el cambio es más evidente. Frente a esto, hay que hacer diversos ajustes y adaptaciones en el seno familiar, para que todos sus miembros estén involucrados. Parte de esta adaptación consiste en “aterrizar” las ilusiones que tienen los nuevos papás respecto a sus hijos; ya que, muchas veces, superan la realidad y el cumplir con todas estas expectativas, puede provocar una gran presión en el niño.

El desafío normal de la paternidad es crear vínculos con los hijos y para esto, se necesita tiempo y constancia, ya que es todo un proceso. Asumir y ejercer la paternidad es tomar conciencia de un rol a construir, una función que cada uno desempeña en forma singular y que no se reduce a un hecho biológico. La capacidad de procrear en sí misma no nos hace padres.

En ocasiones, cuando se trata de hijos adoptivos, sea cual sea el motivo del abandono, el niño, por lo general, siente que él fue el causante de dicho abandono, y que no es digno de cariño, por lo que, a menudo, piensa que será nuevamente abandonado. Es por ello que pone a prueba a su nueva familia, mostrando conductas rebeldes y desafiantes, esperando comprobar su resultado. Asimismo, existen momentos concretos que hacen que este tipo de situaciones se reactiven, como pérdidas de seres queridos o mascotas, cambios de casa, de escuela, o aspectos que involucran la identidad y el autoestima.

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Si la adopción sucede a una edad en la que todavía no es fácil verbalizarlo, el niño se expresa de maneras más evidente como, por ejemplo, mostrando problemas de atención, hiperactividad, impulsividad, conductas agresivas, mentiras, irritación, frustración, cambios de humor, dificultades para expresar afecto, trastornos alimenticios y del sueño, etc.

Para prevenir estas conductas, la comunicación con los niños es de vital importancia. Es esencial hablar de sus orígenes de una manera normal desde un inicio, sin mostrar angustia ni exagerar al hablar de ello. Hay que anticiparse a las preguntas para poder dar respuestas acertadas y sencillas, ajustadas a la realidad y a la edad del niño e ir aumentando la complejidad de la información, a medida que el niño vaya creciendo. Evitar hablar de la adopción no es una opción. Hay que mantener un diálogo continuo de por vida. Es importante señalar que los hijos adoptivos son muy sensibles con las promesas, las mentiras, los secretos y la honestidad. Es preferible incluir el “no sé” y “no lo puedo explicar”, a dar explicaciones equivocadas; además, esto hará que el niño se sienta más cómodo y más confiado ante unos padres que no transmiten saberlo todo.

Por otro lado, la edad en la que el niño es adoptado es significativa para el manejo de esta situación. Si se trata de un bebé que todavía no habla, los recuerdos de sus experiencias anteriores al momento de la adopción han quedado grabadas en su mundo de sensaciones y forman parte de su historia personal, a un nivel muy profundo. Cuando el niño se ha iniciado en el lenguaje, ya hay recuerdos en su memoria. Entre los 2 y los 5 años de edad, es conveniente hablar abiertamente sobre la adopción y su historia. Entre los 5 y los 11 años, son muchas las experiencias y los recuerdos que han dejado huella en él. Gran parte de la rabia y el dolor que siente por las pérdidas y las separaciones irán dirigidas hacia los padres adoptivos. El niño, en un primer momento querrá borrar la huella del abandono anterior y puede presentar comportamientos como los de un bebé, es decir, busca caricias, besos, atención. El objetivo es hacerle ver que no necesita ser el centro de atención para sentirse amado. En algunas ocasiones pueden sentir desconfianza, debido a los vínculos anteriores que fueron rotos, y no mostrar afecto o bien, ser excesivamente sociales sin discriminación alguna.

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Finalmente, no se trata de que el niño olvide su pasado pero debe aprender a vivir con él. Es importante recordar que la comunicación es fundamental para fortalecer vínculos.

Los hijos adoptivos deben ser aceptados tal y como son, sin anteponer expectativas propias. Los padres deben aceptar tanto sus limitaciones como las de sus hijos. Aunque no siempre es necesario que los niños adoptivos acudan a psicoterapia es recomendable pues puede ayudarles a facilitar el proceso de adaptación y a elaborar las pérdidas pasadas.

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