Rejuvenece sin entrar al quirófano

Hace 10-15 años nuestros pacientes (entonces mujeres, por abrumadora mayoría) tenían asumido que para rejuvenecer debían pasar por el quirófano a partir de los 40 años. Ahora lo postergan debido a que acceden a otras opciones como la bioestimulación con factores de crecimiento, los injertos de grasa autóloga, el ácido hialurónico, la toxina botulínica, los peelings químicos, el láser, la radiofrecuencia, la fotoestimulación con leds, etcétera.

Todo este arsenal terapéutico, eficaz y seguro, para conservarse jóvenes parece ser ahora la primera elección, dejando al quirófano como último recurso. Ese arsenal terapéutico (equipos, medicamentos y productos sanitarios) es fruto de la mayoritaria apuesta de los laboratorios y fabricantes por un desarrollo consolidado en el rigor científico, basado en investigaciones, ensayos clínicos en el mercado.

Además, tras los problemas detectados con los implantes mamarios PIP, algunos han querido poner a la cirugía cosmética ‘bajo sospecha’, globalmente infundada pero en cualquier caso existente. El halo de los riesgos quirúrgicos, del propio proceso o de la anestesia siempre ha existido, y el asunto comentado no ha hecho más que aportar mayores dudas y temores.

Los usuarios exigen mayores controles sobre la regulación, homologación (igualdad) y autorización de las instalaciones donde se realizan determinados actos terapéuticos; sobre la competencia de los profesionales, sobre la información que reciben los pacientes, sobre las técnicas de marketing demasiado agresivas, sobre la regulación de unos imprescindibles y adecuados cuidados postoperatorios, sobre las garantías de seguimiento de la evolución (¡¡turismo sanitario!!), sobre la protección jurídica cuando las cosas no van bien, etcétera.

Por si fuera poco, la crisis económica que reduce el poder adquisitivo -directo o indirecto (basado en operaciones financieras de crédito)- de los consumidores, supone el último de los obstáculos para la cirugía cosmética.

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Los resultados de algunas encuestas realizadas en los últimos meses son altamente significativos. En una de ellas, en la que se entrevistó a más de 1,700 personas, llamaban la atención los siguientes puntos:

  • El 67% de los encuestados consideraba el precio como el elemento fundamental (por encima de cualquier otro) a la hora de decidir si se sometería a una cirugía cosmética (66% en el caso de procedimientos no quirúrgicos).
  • El 54% de los encuestados (50% para procedimientos no quirúrgicos) tomaría en consideración la cualificación del médico.
  • El 44% (36% para procedimientos no quirúrgicos) valoraría las prestaciones en el pos-tratamiento (controles, curas, etc.) y el seguimiento hasta el alta definitiva.
  • Cuando los encuestadores hicieron referencia al caso de las prótesis PIP, casi la mitad (45%) de las mujeres encuestadas que habían considerado la posibilidad de someterse a cirugía cosmética dijeron que reconsiderarían su decisión. En el caso de los hombres fueron sólo el 24% de los encuestados.

En general, resultó llamativa la poca preocupación que manifestaron la mayoría de los encuestados respecto del riesgo vital y de las posibles complicaciones a medio y largo plazo.

En cualquier caso es notoria esa preferencia hacia los tratamientos no quirúrgicos que señalábamos al principio.

En la actualidad utilizamos la toxina botulínica para relajar los músculos responsables de las arrugas de expresión en la frente, el entrecejo y las regiones perioculares y peribucales; y afortunadamente lo hacemos en muchas ocasiones con la finalidad preventiva, en personas de 25-30 años para evitar el daño que la contracción repetida de esos músculos produce en la piel.

Utilizamos biomateriales, como el ácido hialurónico, para rellenar las depresiones de las arrugas; los peelings químicos y el láser para renovar la piel; la radiofrecuencia para combatir la flacidez; y los nuevos cosmecéuticos como tratamiento complementario.

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Hace unos años, al cumplir 40-45 años ya pensábamos inexorablemente en un lifting. En la actualidad, esto ocurre al menos 10 años más tarde. La gran ventaja de retrasarlo es que, además, se evitará tener que repetirlo.

Esos tratamientos no quirúrgicos resultan altamente eficaces para retrasar la necesidad de una cirugía cuando se realizan a tiempo, es decir, cuando se aplican antes de la consolidación de lo que denominamos signos extremos: las arrugas, las manchas y la flacidez.

El lifting es un procedimiento para hacerse una vez en la vida. En la segunda o tercera ocasión aumenta considerablemente el riesgo de perder naturalidad, cuando no de problemas relacionados con la cicatrización.

Los pacientes que recurren a técnicas no quirúrgicas se ven cada vez mejor con el paso del tiempo. Por ejemplo, el tratamiento combinado y protocolizado con toxina botulínica (2 ó 3 sesiones anuales), con factores de crecimiento plaquetarios (2 sesiones al año), con biomateriales (1 sesión al año o incluso cada dos años) y con métodos de recambio epidérmico (algunas sesiones cada año) tiene efectos cada vez más duraderos, es decir que permiten distanciar cada vez más las sesiones. En no pocas ocasiones, algunas arrugas tienden a desaparecer.

Nunca deben desconsiderarse los riesgos de cualquier procedimiento quirúrgico, evidentemente controlados, pero inherentes al hecho de serlo y por ello insoslayables: anestesia, trastornos locales de la movilidad y/o de la sensibilidad, asimetrías, cicatrización, etc.

En los tiempos que estamos viviendo, otras dos ventajas de los procedimientos no quirúrgicos frente a los quirúrgicos deben ser tomadas en cuenta:

La primera, la cuestión económica: un procedimiento quirúrgico suele ser inevitablemente más caro, y no sólo por los honorarios del facultativo sino por cuestiones consustanciales: hospitalización, quirófano, anestesista, etc.

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La segunda, las repercusiones laborales y sociales: un procedimiento quirúrgico suele determinar una interrupción de las actividades habituales, por la necesidad de un determinado reposo o simplemente por cuestiones insoslayables como los vendajes o los estigmas visibles propios del procedimiento (cicatrices, suturas, inflamación, hematomas, etc.) que los pacientes desean ocultar.

Finalmente, resulta necesario considerar que existen recientes avances tecnológicos y de procedimiento que permiten obtener resultados equivalentes a los de la cirugía con tratamientos mini-invasivos. Para muestra, los hilos de sustentación tisular para retensado facial. Ha habido al respecto tal evolución que podemos lograr resultados similares a los de un lifting pero con anestesia local, sin incisiones, sin vendajes y con resultados inmediatos, pudiéndose reintegrar el paciente a sus actividades habituales el mismo día del tratamiento.

Las claves son la severidad del problema y las expectativas del paciente: Si el paciente quiere resultados muy importantes e inmediatos, muy de los de antes y después, probablemente prefiera y deba operarse. Probablemente hasta el médico deba plantear la quirúrgica como primera opción. Pero cada vez hay más personas que se conforman con resultados apreciables pero no tan intensos, con instauración imperceptible en su entorno. Además, siempre habrá tiempo para la cirugía.

* Escrito por el Dr. Vázquez, especialista en Medicina y Cirugía Cosmética, Nutrición y Actividad Física.

Para mayor infomación consulta http://medyspa.com

Imagen cortesía de Rubí Rodríguez Rosales | Plenilunia



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