Famosas bellas

¿Que es la belleza? La respuesta salta casi automáticamente y es absurdo cerrar los ojos a la realidad si en verdad queremos modificarla: la belleza física es considerada el atributo más importante para el éxito personal de una mujer. Triste o injusto, así es.

Pero, echemos una mirada a los cánones de belleza en México del siglo pasado, pero sin olvidar que ser bella no requiere de moldes o estructuras prefabricadas.

1910

El ideal belleza femenina es rechonchito. Las caras suaves de mejillas redondas y rozagantes, el cabello corto tan de moda en ese tiempo y los brazos y piernas de curvas generosas. Facciones regulares sin ser perfectas y, en general, un aura de hedonismo y naturalidad que recuerdan a la figura materna aun desde muy jóvenes. Un ejemplo clásico, la famosísima primera actriz del cine mexicano: Mimi Derba o la inolvidable actriz de teatro Esperanza Iris.

1920-1930

La bella ha adelgazado. Sus brazos y piernas lucen más delgados y sus pómulos son más definidos. De ojos oscuros y muy maquillados tiene un aire interesante y misterioso, lánguido, que da más idea de los sufrimientos que conlleva la vida. Ojos grandes, bocas muy definidas y cejas completamente depiladas y vueltas a pintar en ángulos imposibles con lápiz constituyen el nuevo rostro que ha de ser considerado e imitado por su hermosura. Dos de sus representantes: Adela Sequeyro Haro, Andrea Palma.

1940-1950

Definitivamente, la bella se puso a dieta y se esfuerza en introducir su antes ancha y generosa cintura en vestidos imposibles que resaltan sus aún voluminosas caderas y pecho amplio, aunque no exagerado. Ojos enormes, blondos cabellos y un aura de inocencia que intenta ocultar ingenio y picardía, igual que las fajas dan forma al talle. Un poco más tarde, el vientre redondo y ligeramente protuberante se minimiza al máximo y la forma de su cuerpo se vuelve toda voluptuosidad sin curvas innecesarias.

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Los brazos y piernas han de ser atléticos y delgados. Caderas y senos firmes. Facciones perfectas de escultura antigua. La bella también ha crecido, pues para lucir estos cuerpos de semidiosa griega tiene que tener centímetros suficientes además de tacones.

Su rostro ha recuperado naturalidad y aunque sigue maquillándose abundantemente, procura resaltar su sensualidad que debe parecer natural en los labios carnosos y los ojos nostálgicos. Lupe Vélez, Elsa Aguirre, Rosa Carmina, Columba Domínguez y María Félix son muy buenos ejemplos de este patrón.

1960

Nuestra bella se ha gastado. Las caderas y los pechos se redujeron notablemente y la ropa es cómoda y escasa, dejando ver cuerpos, en comparación de los de décadas anteriores, insulsos y hasta algo raquíticos.

Los peinados son enormes y sumamente artificiales, al igual que el maquillaje que las hace parecer mayores. Flexible y esbelta, esta bella se define más por su rostro lindo y aire de niña sin curvas, que por la impactante hermosura de que hacia gala diez años atrás. Podemos ver fotografías de Angélica María, Tere y Lorena Velázquez durante esta época.

1970

Y ahora la bella perdió su rostro clásico de ojos enormes, nariz distinguida y boca definida y muy marcada. Empieza a tener narices de diferentes formas y tamaños que le dan temperamentos distintos y su cuerpo ya no es de una forma generalizada, aunque ha subido un poquito de peso y recuperado algo de las formas voluptuosas de otros tiempos. Asoma su rostro mexicano al que se le da permiso de considerarlo bello, aunque no demasiado y siempre que le acompañe un buen par de piernas muy bien torneadas. Lucha Villa, Diana Bracho, Rita Macedo.

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1980 –1990

Por último, y por si no le bastaran las pérdidas anteriores a nuestra bella de todos los tiempos, ahora además perdió la figura, el arreglo del cabello, el porte y hasta las piernas torneadas. Eso si, es tan delgada como nunca antes y a falta de la belleza artificial impactante de las cinturas diminutas y el aire de semidiosa, la tragedia temprana sustituye al misterio de la diva y el aire de niña inocente convertida en mujer por la brutalidad de las circunstancias es indispensable.

Poquísimo maquillaje en la mayoría de las ocasiones y cabellos sueltos entre los que se enmarañan sus problemas y dolor, contrastan con el arreglo tradicional que viene a confirmar que esta nueva bella, hasta mugrosa, es bonita. Fuera de estas características, no hay un estereotipo de bella. En tanto que tenga algo doloroso que olvidar, es poseedora indiscutible de hermosura. Por tanto, no hay un nombre especifico al que pueda referirme, pues esta bella se lo debe más a las circunstancias que la hacen frágil y etérea que a los moldes que se le exigieron a mediados del siglo.

Entonces….

Viendo las fotos y comparando criterios me muero de risa y me siento mejor. En alguna época yo podría haber sido considerada una diosa y no muchos años antes o después un real esperpento que ni la cirugía plástica o un milagro del Santo del día de hoy habría podido remediar.

Entonces la belleza es relativa y no importa, porque la verdad es que nos hemos equivocado e ignoramos que vive dentro del alma, la sonrisa y los anhelos de las mujeres.

Espero seguir tan convencida y poder recordarlo cuando vea otra vez una cirugía perfecta de senos, de reconstrucción de vientre o desaparición de arrugas…..también es por eso que no incluí a la bella mexicana de la actualidad: esa está como hecha en serie, a fuerza de desordenes alimenticios provocados por medicamentos y operaciones innecesarias y ahí sí, por maravillosa que parezca, no me la creo.

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El cuerpo de una mujer, de cualquier mujer es bello. Perfecto. Su belleza autentica reside en cuidarle y mantenerlo sano. Y lo afirmo enfrente del juez más duro de este mundo: el espejo de mi cuarto.




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