Sexo, regalo de los dioses

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Conductas sexuales

¿Cuántas de las ideas populares que tenemos hoy en día sobre la seducción, el erotismo y la actividad sexual provienen de las tradiciones de los antiguos pueblos indígenas?

Probablemente más de las que pensamos. A veces es difícil decir realmente si la visión que hoy tenemos de la sexualidad y muchas de nuestras costumbres son un legado de la cultura judeo cristiana que trajeron los españoles con la conquista, si son una herencia indígena o más bien una mezcla de las dos. Y es complejo porque, a lo largo de los siglos, ambas culturas se fundieron y modificaron, pero también porque, aunque nos sorprenda, tenían varias similitudes.

Según el antropólogo Enrique Serrano, existe un gran paralelismo entre la moral cristiana y la de los antiguos mexicas, lo que pudo haber facilitado el mestizaje. Sabemos que la sociedad mexica estaba profundamente centrada en lo masculino y tenía normas estrictas en torno a las conductas sexuales. Los antiguos teólogos católicos afirmaban que la mujer era quien tentaba al pecado y fue creada para acompañar al hombre. De manera similar, los mexicas veían lo femenino como secundario y subordinado al hombre. Se consideraba que la mujer era de naturaleza vulnerable y de fácil desequilibrio, además de generadora de factores nocivos.

De verdad que es raro que nos vaya bien a las mujeres en la interpretación de lo femenino que han hecho las diferentes culturas. Eso sí, con gran frecuencia nos han dotado de grandes poderes creadores, mágicos o destructivos, pero que lejos de permitirnos un mayor campo de acción han sido pretexto para mayor control y la reclusión.

La castidad y la virginidad eran de suma importancia, aunque, como suele suceder en otras muchas culturas, la responsabilidad de ello recaía principalmente en la mujer.

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Para los antiguos nahuas la actividad sexual era un regalo de los dioses, no obstante, había que ejercerla con moderación pues, en exceso, podía tener consecuencias negativas. Se pensaba que la salida de semen restaba energía a los hombres, por lo que el coito interrumpido, las poluciones nocturnas y el exceso de actividad sexual podían provocar la pérdida de energía vital o “tonalli” y dejarlos demasiado débiles para trabajar y luchar. Además, mientras más jóvenes empezaran su vida sexual más rápido se les terminarían los espermatozoides y dejarían de crecer, además de que los excesos sexuales serían castigados por los dioses.

No obstante, la abstinencia tampoco era lo deseable, en virtud de que, según se planteaba, no liberar la energía podía producir problemas físicos. Se esperaba que tanto el hombre como la mujer alcanzaran el orgasmo, ya que de no hacerlo el cuerpo se iría secando y poniendo negro.

Tanto cuando la persona se iniciaba sexualmente fuera del matrimonio, como cuando existía adulterio, los castigos eran distintos según el sexo. Una mujer que no cumpliera con la castidad podía ser castigada incluso con la muerte, pero si un hombre casado tenía relaciones sexuales con una mujer soltera no se consideraba adulterio porque no dañaba la propiedad de nadie, en cambio si un hombre soltero tenía un amorío con una mujer casada la cosa cambiaba radicalmente.

Las mujeres debían ser recatadas y vestir evitando mostrar sus formas, de lo contrario sería una especie de provocación.

¿Te suena conocido? a cuántos les han dicho que la masturbación puede tener serias consecuencias, que cuando tienes relaciones sexuales antes del matrimonio se nota y te puede hacer daño, o que las mujeres provocan a los hombres por vestirse de determinada manera.

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Para los mexicas, la sexualidad estaba ligada directamente a la reproducción y debía vivirse dentro del matrimonio. Se reprobaban el adulterio, la masturbación, la anticoncepción, el concubinato, el incesto, la homosexualidad y el aborto; y, curiosamente, la misma diosa asociada al placer sensual y la voluptuosidad, Tlazoltéotl, era la diosa de los excrementos, la inmundicia y la basura. El sexo placentero se asociaba a la suciedad. Aunque ciertamente, como afirma Enrique Dávalos en su artículo “La sexualidad de los pueblos mesoamericanos antiguos”, de lo podrido nace lo nuevo, por lo que estos eran factores necesarios para el equilibrio cósmico.

En verdad que estas costumbres pudieron ser la base perfecta para introducir la moral de los hombres barbados. Cuando estos llegaron en el siglo XVI, se encontraron con una sociedad en la que en términos ideales, la sexualidad debía estar específicamente ligada al matrimonio y la reproducción y cualquier acto fuera de la norma eran vistos como perjudiciales.

Si nos ponemos a ver las costumbres y las interpretaciones que damos a determinados actos, a los roles que suponemos que debemos jugar dentro del matrimonio y esa doble moral que rige de manera distinta a hombres y mujeres, lo que realmente hacemos y lo que dejamos ver, nos damos cuenta que el peso de la cultura judeo-cristiana es de gran relevancia para nuestra realidad actual, pero que el legado azteca en particular, ayudó a que quedara mucho más arraigado y fortalecido eso que hoy nos cuesta tanto cambiar en la búsqueda de relaciones equitativas y del ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos de todos los individuos.

*Autora de “Yo sexo, tú sexo, nosotros…” y de “¿Cómo funcionan? Todos los métodos anticonceptivos” ambos de editorial Grijalbo.

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