Platón, el filósofo griego, escribió entre los años 385-370 A. C. una de sus obras más conocidas a la que tituló: El Banquete. En él se describe que los seres humanos originales teníamos un cuerpo con cuatro brazos, cuatro piernas, una cabeza y dos caras que veían cada una hacia un lado. Éramos fuertes al grado que los dioses se sintieron amenazados y Zeus, el dios más poderoso del Olimpo decidió cortarnos por la mitad y desde entonces buscamos la que nos hace falta y de manera popular conocemos como nuestra media naranja.

La realidad es que la división es imaginaria y fuimos engañados por Zeus ya que todas las personas tenemos características y actitudes tanto masculinas como femeninas. Lo que sucede es que en términos de la psicología analítica*, las mujeres tienen en su inconsciente lo masculino y los hombres tienen en su inconsciente lo femenino.

Depende mucho de la sociedad en que se vive el que determinadas características sean consideradas como masculinas o femeninas, pero en general la división es más o menos así:

Cada ser humano nace con su propia personalidad pero, por un lado, mucho dependerá del medio ambiente social, cultural y religioso en el que se desarrolle qué tanto será modificada y por otro lado, las circunstancias personales pueden presionar para que de manera consciente y aun en contra de su voluntad, una persona tenga que abandonar las características y actitudes que le pertenecen como ser único.

A partir de ahí una persona tiene la oportunidad de estar consciente de todo lo que ha sido obligada a dejar de lado y tener tiempo para ejercerlas y mantenerlas vivas en el mundo de afuera, pero parecen ser pocas las que logran hacerlo.

Lo más común es que sin darse demasiada cuenta, por la fuerza de la costumbre y/o por la carga de su responsabilidad, la persona se vaya “olvidando” de quién era antes y si se acuerda pero no puede ejercer eso que dejó a un lado, es muy común que comience a surgir en ella un resentimiento que poco a poco y con el tiempo se irá internalizando.

Las consecuencias pueden llegar a la conmiseración, al enojo profundo para consigo misma y a la auto-agresión que se materializa al escoger a una pareja inconveniente, en un trastorno somático o en una adicción. De ahí la importancia de mantener el equilibrio entre lo que se es y lo que se hace, por muy difícil que pueda parecer. Un buen comienzo es definir qué es equilibrio.

Es una creencia popular que el equilibrio es estar a la mitad de dos fuerzas antagonistas y es evidente que en esa situación nada se mueve. Pero los seres humanos somos energía viviente y entonces tenemos que conocer otra forma de alcanzar el equilibrio que no nos deje paralizados.

¿Cuál es esa otra forma? Pues bien, se trata de imaginarse una línea recta que simbolice el equilibrio y el chiste es que cuando sea conveniente podamos estar de un lado (femenino) y cuando sea mejor, pues podamos irnos al otro lado (masculino). La flexibilidad y la auto-valoración son los ingredientes necesarios.

Si no lo podemos hacer en el mundo exterior, lo podremos lograr en el mundo interior. ¿Cómo? Escribiendo, pintando, cantando, esculpiendo, etc., pues ese es el fin más profundo de las artes. Darle oportunidad a lo que vive dentro de nosotros para que se haga evidente en el mundo de afuera, aunque los demás ni siquiera lo vean.

¡En eso consiste el equilibrio humano!

Bibliografía

• Platón; El banquete; Disponible en el URL https://es.wikisource.org/wiki/El_banquete