Aunque los hombres corren más riesgos de sufrir infartos que las mujeres, en una proporción de tres a uno, las mujeres tienen el doble de probabilidades de morir en caso de sufrir un ataque al corazón, debido a que las arterias y los vasos sanguíneos en las mujeres son más delgados.
Mientras está activa la función de los ovarios en la mujer, es decir, antes de llegar a la menopausia, éstos operan como protección contra padecimientos cardiovasculares por la presencia hormonal de los estrógenos, pero una vez que se llega al climaterio los riesgos de sufrir un infarto se incrementan.
También si la mujer fuma los riesgos aumentan considerablemente, indica el Dr. Luis Martínez García, cardiólogo de la Unidad Coronaria del Centro Médico Nacional La Raza del IMSS, debido a que el humo del tabaco hace más sensibles sus venas, corazón y vasos sanguíneos.
Los problemas de infarto al miocardio se consideran como una enfermedad multifactorial -añade-, donde participan varios elementos que podemos definir en tres grandes grupos:
1 El factor genético o hereditario aporta 50% de riesgos de padecerlo y no hay manera de modificar esa información en el organismo.
2 El estilo de vida, que aporta el 25% de las posibilidades, en el que se incluye el andar corriendo siempre contra reloj, el estrés o los malos hábitos como el sedentarismo o la mala alimentación.
3 Trastornos en la salud. El otro 25% está dado por factores de riesgo cardiovascular: enfermedades que por sí solas aumentan las posibilidades de ataques al corazón (hipertensión, diabetes, tabaquismo, problemas de dislipidemia, ateroesclerosis o alcoholismo, entre otras).
Un infarto se propicia desde la primera década de vida, con hábitos que marcan un estilo de vida y que repercuten aproximadamente a los 50 años de edad, aunque actualmente se están presentando en personas desde los 30 ó 40.