Respiración y vida están intrínsecamente ligadas. Sin la primera, la segunda frena en seco.
Curiosamente, los seres humanos utilizamos sólo 30% de nuestra capacidad respiratoria. Inhalamos a medio vapor. Sin ritmo. Sin pausas. Sin conciencia.
Apostamos por la respiración clavicular que permite que el oxígeno visite la parte superior de nuestros pulmones.
Y quizás de tanto en tanto, relajados, nos concedemos un poco más, una respiración costal que ejercita parcialmente los pulmones, pero sin alcanzar un nivel óptimo.
India posee la que es, posiblemente, la cultura milenaria que más atención ha concedido a este tema. Respirar es en la tradición hindú la puerta de acceso al “prana” o energía vital; y con ello, a la estabilidad, la salud y la armonía.
Por ello, identifica cuatro fases fundamentales en este proceso vital:
1) Puraka o inhalación. Una práctica que debería tomarnos unos cuatro o cinco segundos porque permite la llagada del “prana” al cuerpo.
2) Antar Kumbhaka o retención en los pulmones. Fundamental para nutrir al cuerpo material y enlazarlo con el cuerpo espiritual. Una acción a la que tendríamos que dedicar entre siete y ocho segundos como mínimo.
3) Rechaka o expiración. Práctica clave por ser la responsable de la liberación de toxinas del cuerpo, razón que explica que para un yogui (practicante de yoga), por ejemplo, sea un proceso que toma entre ocho y diez segundos.
4) Y finalmente, el Bahir Kumbhaka o pausa del cuerpo con los pulmones vacíos. Compás que permite al cuerpo descansar y prepararse para una nueva bocanada de “prana”, una acción que exige consagrarle entre seis y ocho segundos.
Un ciclo completo que tendríamos que realizar dos, o máximo tres veces en un minuto. No obstante, en la vida cotidiana mientras trabajamos, conducimos, estudiamos, leemos o realizamos cualquier otra actividad no deportiva, hombres y mujeres realizamos unas 12-14 respiraciones por minuto. Inhalaciones cortas, atropelladas e insuficientes.
¿Qué gana el cuerpo con una respiración integral?
Una mayor irrigación y oxigenación sanguínea; un mejor proceso de digestión y asimilación de los alimentos; mejoría en la actividad cardiaca y el relajamiento del sistema nervioso.
El suministro adicional de oxígeno ayuda también a la quema natural de grasa del cuerpo y mejora la concentración. Y lo más importante, respirar a plenitud es uno de los caminos más sencillos y eficaces para fortalecer nuestro sistema inmunológico, y para blindarnos contra enfermedades degenerativas.
Respira. Simplemente respira. A fondo y con tiempo.
No es fortuito que la vida inicie con una inhalación y que sea una exhalación la que le ponga punto final.