Malintzin o Malinali nació en Painalá, muy cerca de Coatzacoalcos, Veracruz, hija de un cacique de la región. Siendo niña quedo huérfana de padre; su madre contrajo matrimonio con otro cacique, con quien tuvo un hijo varón y al que le otorgaron ambos cacicazgos, por lo que Malintzin debió desaparecer. Para ello simularon la muerte de la niña y la regalaron a unos señores de Xicalago y éstos a su vez la vendieron a los potochanes de Tabasco.
La joven era agraciada, inteligente, hablaba náhuatl y maya, sin embargo no era dueña de su destino, así que fue entregada como muestra de respeto y buena voluntad al capitán Hernán Cortés. En ese momento fue bautizada con el nombre cristiano de Marina.
Conforme Cortés avanzó tierra adentro, el maya que hablaba su traductor, Jerónimo de Aguilar, le fue insuficiente y así se enteró de una joven que hablaba la lengua náhuatl, con lo que se formó una cadena de traductores: del náhuatl al maya y del maya al castellano. En muy poco tiempo Marina aprendió a hablar español y a comunicarse directamente con Cortés, por lo que éste decidió quedarse con la muchacha de apenas 15 años.
La relación entre Cortés y Marina fue más allá de la traducción y en el verano de 1522 nació el hijo de ambos: Martín Cortés, sin embargo no podía casarse con ella pues él ya estaba casado con Catalina Juárez Marcaida. Cortés quiso mucho a este niño, pidió al Papa Clemente VII que lo legitimara para que tuviera los derechos de un hijo nacido en cristiano matrimonio y logró para Martín el grado de Caballero de la Orden de Santiago.
En 1524, Cortés casó a Marina con Juan Jaramillo, general del ejército español. Poco tiempo después tuvieron una niña a la que nombraron María.
En una carta dirigida Carlos I, rey de España, Cortés reconoce: “después de Dios debemos esta conquista a Doña Marina”. Él mismo en 1542 mandó recopilar toda la información que hubiese sobre Marina y se redactó el Informe de méritos y servicios a fin de asegurar su reconocimiento. Se sabe que ella continuó sirviendo de intérprete a Hernán Cortés cuando era necesario y que vivía en la ciudad de México en compañía de su esposo e hijos.
No hay certeza en cuanto a la fecha de su muerte, pues se piensa que pudo suceder entre 1541 y 1550.
Mejor conocida como la Malinche (lo que es un error, pues con ese título los mexicas se referían a Hernán Cortés y se traduce como Amo de Malintzin) y, a más de 480 años de distancia, ella permanece vigente y en la polémica.
Se le llama traidora pero, en gran medida, dadas las circunstancias de la época y en su calidad de mujer sirviente, no tenía mucho margen de maniobra. Además los españoles encontraron un ambiente propicio para ganar adeptos. Los pueblos dominados se habrían aliado con cualquiera que les prometiera librarse de las demandas tenochcas. Malinchista es un término que comenzó a usarse en el siglo XX, para designar al mexicano que elige lo extranjero frente a lo propio. Bien dijo Octavio Paz , en su Laberinto de la Soledad “La extraña permanencia de Cortés y de la Malinche en la imaginación y en la sensibilidad de los mexicanos actuales, revela que son algo más que figuras históricas: son símbolo de un conflicto secreto que aún no hemos resuelto”