Comenzaré diciendo que psicológicamente los seres humanos nacemos completos en el sentido de que más allá del género al que pertenezcamos, tenemos energías tanto femeninas como masculinas que nos complementan y en un sentido muy profundo nos acercan a la Divinidad. Si pertenecemos al género masculino en nuestro inconsciente habita lo femenino y si pertenecemos al género femenino, en nuestro inconsciente vive lo masculino.
Carl Jung, el famoso psiquiatra suizo creador de la Psicología Analítica, llamó ánimus a este aspecto masculino en una mujer que “se manifiesta negativamente en ideas fijas, opiniones colectivas y suposiciones que reclaman ser verdades absolutas”…“Una mujer poseída por el ánimus está siempre en peligro de perder su feminidad” (1) y Eros, “la cualidad conectiva de la mujer y la expresión de su verdadera naturaleza” (2), se encuentra en segundo lugar.Lo anterior sugiere que la mujer que deja de ser quien realmente es y se convierte en lo que debe de ser está arriesgando su feminidad y aunque pueda parecer algo confuso, por el mero hecho de tener la capacidad de ejecutar, discernir, ordenar, administrar, analizar y otras actividades que por lo general son atribuidas a los hombres pero que son la expresión de la parte positiva de su ánimus, no pierde una mujer su femineidad. El requisito es, como ya señalé, que esa sea la expresión de su verdadera naturaleza.
El ánimus se encarna a través del padre de una mujer debido a que es la primera relación con una persona que no es del mismo sexo. El padre tiene el poder de influir en la forma de pensar de su hija y cómo ella se relacionará con los hombres y con las reglas de un mundo que hasta hoy lleva el sello del patriarcado y todavía se encuentra bajo el poder de lo masculino.
Si la relación durante la niñez entre una mujer y su madre ha tenido demasiadas deficiencias o si éstas han sido pocas pero demasiado poderosas en tanto que no le hayan permitido a la hija aprender a contactar con sus sentimientos y expresarlos, entonces el riesgo es que una parte de la femineidad de la hija quede atrapada y su desarrollo emocional quedará en manos de la relación con su padre.
Ahora bien, las mujeres por el mero hecho de serlo son capaces de dar lo que se conoce como amor incondicional pero los hombres somos diferentes en ese aspecto y el amor que damos es condicional. Para los hombres es más fácil amar a alguien si sigue las reglas marcadas por la familia y por la sociedad en que se vive. Las mujeres son capaces de amar sin que se sigan esas reglas. Por eso, una mujer que no tuvo la oportunidad de “separarse emocionalmente” de su padre tiende a ser devota de sus ideas y conductas.
Por otro lado y considerando el movimiento energético que se está desarrollando desde hace varios años en que la mujer está luchando por la igualdad de derechos y oportunidades en el ámbito profesional y laboral, se ha vuelto más o menos fácil confundirse y decir que una mujer con fuerza de carácter, con un pensamiento claro, que toma decisiones, que se quiere desarrollar y que es ambiciosa dedicando más horas a su trabajo que lo usual tiene ganas de parecerse a un hombre, pero no hay nada más lejano de la realidad.
Hay una gran confusión entre lo que son las energías femeninas y masculinas y lo que es el género. La relación entre estos dos términos derivó de los roles que la evolución de las sociedades le fue adjudicando pero ya sabemos que esto es una mera ilusión.
La energía femenina que por muchos años fue arrojada al inconsciente de las mujeres y de los hombres está de regreso como el péndulo de un reloj y esto significa que al dejar de estar reprimida seguirá mostrándose cada vez con más fuerza y el péndulo subirá tan alto como la inercia lo permita. Después comenzará a descender de nuevo y la energía masculina volverá a tomar fuerza hasta que un día el péndulo ya no se mueva.
Así las cosas, mi sugerencia es que tanto mujeres como hombres nos hagamos conscientes de las energías femeninas que se encuentran en nuestro interior, que poco o nada tienen que ver con el género al que pertenecemos y con la certeza de que al sacarlas de su prisión tendrán una espacio en el mundo de afuera y todos seremos más completos[.]
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