Del amor al odio hay sólo un paso. Las expectativas ante una nueva relación.

Como muchos de ustedes saben, el conocido filósofo griego Platón escribió una obra acerca del amor y la tituló El Banquete. En ella expone a través de los personajes formas diferentes de entender el amor y de entre ellas destaca lo dicho por Aristófanes que explica la causa de que los seres humanos fuéramos divididos en dos, lo que sin duda produce que por un lado experimentemos una sensación de estar incompletos y, por el otro lado, nos motiva a encontrar eso que nos hace falta y que la otra mitad se llevó consigo.

Cuando llega el momento adecuado en el proceso de maduración de un ser humano comienza la búsqueda de eso que un día perdimos y se inicia el proceso de elección de una pareja. Ese impulso instintivo nos conduce a enamorarnos y, por definición, a permanecer ciegos para ver realmente al
otro durante un período de aproximadamente 8 meses.

Durante ese tiempo lo que la mente humana lleva a cabo es lanzar sobre la persona que nos atrae muchos de los contenidos de su inconsciente, lo que sin duda puede compararse con aventarle al otro unas redes que están formadas con todo eso que en un tiempo poseímos en nuestra mente consciente ya que una de las intenciones del amor es sentirnos completos.

Así las cosas, el receptor de nuestras redes (proyecciones) tiene algo de eso que una vez tuvimos pero no tanto como creemos pues en realidad lo que estamos viendo es lo nuestro más lo suyo. Esa es la ilusión del enamoramiento y el principio de las expectativas que creamos de un otro que nada más existe en nuestra imaginación.

Si hemos crecido en un entorno en el que los mayores (Léase: La autoridad) son siempre quienes tienen la última palabra y el mensaje que nos dan es el de: “Haz todo lo que yo diga y nada de lo que yo haga” (Léase: Las leyes son aplicables para los demás pero no a mí), el resultado difícilmente será otro que una sensación de inconformidad, decepción, desamparo e impotencia con el que se inicia un proceso interno que consta de al menos dos partes. La primera es el desarrollo de la agresión pasiva que siendo tan oculta como hiriente, permite a quien la utiliza escapar de la responsabilidad al ser descubierto (Léase: actos de corrupción).

La segunda parte del proceso se lleva a cabo cuando la agresividad (Léase: Protesta y reclamo) que tendría que ser dirigida hacia la causa o razón externa, es dirigida por temor a las represalias hacia la propia persona ocasionando un incremento en la sensación de inconformidad, decepción, desamparo e impotencia, con la característica de que ahora es causada por uno mismo, tiene efectos desastrosos en la autoestima y produce una especie de pasividad y conformismo que se aprecian en la superficie pero en el fondo las energías son muchísimo más intensas.

Una relación de pareja es una transformación en varios sentidos y es muy importante que se hayan retirado las proyecciones que cada miembro ha depositado en el otro, lo que únicamente se logra con la toma de consciencia y cierto tiempo.

Por cierto, el tiempo también es relevante en la situación enunciada en el título de este artículo pues hay una ley universal que por ser tan conocida ya ni la notamos. Se llama Enantiodromía y su significado es: Corriendo para encontrar al otro  ¹ . En otras palabras: Las cosas llevadas al extremo en
el siguiente instante se convierten en lo opuesto.

Si he sido corrupto durante mucho tiempo y he llegado al extremo en el siguiente instante me convertiré en la persona más honesta y si practico la honestidad por mucho tiempo y llego al extremo, al próximo instante llegaré a ser tan corrupto como al principio. Esto quiere decir que sin duda acabaré
amando lo que tanto he odiado en un ciclo sin fin.

De ahí la importancia de trabajar para aumentar la consciencia puesto que si dejo de extraer los contenidos de mi inconsciente, éstos tomarán las decisiones de acuerdo a su propia y particular lógica.

Es muy conveniente tener claro quién se es y quién es el otro pues el verdadero amor incluye la negociación y es que si no la hay, uno de los miembros terminará por imponer su voluntad al otro y si éste último carece de la fuerza interna necesaria para lograr la negociación o de plano retirarse, el proceso de experimentar una sensación de inconformidad, decepción, desamparo e impotencia y la llegada de la agresión pasiva se reiniciará.