diciembre 26, 2024

No permitas la violencia. Empieza contigo misma

Manos en forma de paloma
Jorge Piña Quevedo
Jorge Piña Quevedo

Cuando se es un niño pequeño son los instintos los que se hacen cargo de las formas de responder ante un evento determinado. Cuando las emociones comienzan a surgir durante el proceso de socialización, es necesaria la ayuda de un adulto para que construyamos nuestra capacidad de sentir y darle un nombre a eso que sentimos, pero lo más importante es que nuestros sentimientos puedan ser expresados por medio del lenguaje. Así, podremos responder de manera adecuada a las situaciones que iremos experimentando a lo largo de la vida.

Manos en forma de paloma

Si esa ayuda no existe, entonces nos encontraremos con que el instinto de seguir vivo se convierte en el origen de la violencia por la falta de un contenedor y el conocimiento de las formas adecuadas de respuesta. En otras palabras, la violencia es una de las maneras en que el instinto nos protege del dolor y trata de evitar los sentimientos que han quedado pendientes de resolver desde que somos niños.

El instinto no sabe distinguir si lo que estamos sintiendo es el resultado de una situación actual o si nuestros sentimientos vienen de una herida del pasado y por esa razón, lo que al ser niños pudo haber sido una ruta de escape que nos permitía salvar nuestra sanidad mental e incluso la vida, siendo adultos se convierte una defensa destructiva.

Para escapar de nuestros sentimientos utilizamos caminos como alejarnos, enfermarnos o abandonar nuestros compromisos. Otras veces bebemos o usamos drogas, comemos en exceso, tenemos sexo o trabajamos compulsivamente. En otras ocasiones nos dedicamos a hostigar a los demás, etcétera. Pero la forma más violenta de escapar de nuestros sentimientos es ignorarnos a nosotros mismos.

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Tal vez lo sabemos o tal vez no, o tal vez ni siquiera queremos enterarnos pero además de la parte gentil y pacífica que tenemos en nuestro interior, en él viven también las semillas de la violencia que germinan dependiendo de nuestro dolor temprano, de las situaciones traumáticas e incluso de la tortura que hayamos experimentado. La violencia parece una respuesta involuntaria que puede iniciarse en etapas anteriores a poder hablar y está profundamente relacionada con los sentimientos que no podemos soportar.

Si no hemos tenido ayuda para construir nuestra propia capacidad de sentir que incluya lo que en ocasiones es casi insoportable, difícilmente podremos ayudar a otros y aún a nuestros propios hijos a construir la suya propia.

Si de algo podemos estar seguros es de que la fuerza de la respuesta violenta de un ser humano es, por un lado, directamente proporcional a la intensidad de la violencia recibida y, por el otro lado, inversamente proporcional a los años que tenía cuando sufrió en carne propia la violencia.

En otras palabras, mientras mayor es la violencia más profunda es la herida.

Pero la violencia no son puros golpes sino que se disfraza de actitudes, de palabras, de echar culpas, de burlas, de acusaciones, de degradar, de desvalorar, de avergonzar, de juzgar duramente, de despreciar y además se puede ocultar diciendo que “Es por tu bien”, “Ya me lo agradecerás”, etcétera.

Cada persona se tiene que responsabilizar por la violencia dentro de ella y comprometerse a explorar las heridas pues dejarlas ocultas de la luz de la consciencia no hace que desaparezcan sino que a partir de ellas surja la violencia incontrolable y ciega.

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El camino es más sencillo si se tiene tanto la compañía como la ayuda de un profesional así que te pido atentamente que pienses en ti y en tu familia.

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