noviembre 23, 2024

Leonora Carrington

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Valeria Osuna Flores
Valeria Osuna Flores
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Mujer en la historia

Leonora Carrington autora de una inmensa cantidad de artículos, libros, relatos, novelas, ensayos y poemas es más conocida por su faceta de artista plástica, identificada por sus pinturas, esculturas e ilustraciones.

Su obra es fascinante en el sentido más puro de la palabra. Una puede perderse mucho tiempo en la contemplación de uno sólo de sus cuadros. Las imágenes hipnotizan y disparan la imaginación como en una montaña rusa.

Los colores, los lugares, la inmensa cantidad de seres que parecemos reconocer y que al mismo tiempo nos intriga saber de dónde vendrán pero, sobre todo, la atmósfera que parece unirlos en una ceremonia, en un lenguaje secreto, en relaciones vitales ancestrales y arquetípicas, nos hacen cuentos que nuestra cabeza intenta recordar, como si los hubiéramos oído en vidas anteriores. Magia.

Lo que no es sorpresa más sí una grata confirmación, es descubrir el espíritu impetuoso y rebelde de esta mujer, rasgo en común con tantas otras mujeres maravillosas.

Nació en Chorley, un pueblo de Lancashire, Inglaterra, el 6 de abril de 1917. Hace poco cumplió 91 años. Sus padres eran sumamente ricos y estrictamente católicos. Estuvo internada en un hospital siquiátrico en España, quizá algo tuvo qué ver que de niña y adolescente la expulsaron de varios colegios por su rebeldía. Vivió un amor profundo con el pintor surrealista Max Ernst, quien dejó a su esposa por ella y le llamó la novia del viento. Fue amiga entrañable de Remedios Varo, quien decía que era su alma gemela en el arte. Llegó a México en 1942. Se casó con Imre Weisz y tuvo dos hijos con él. Entre su círculo más íntimo de amistades se contaron Joan Miró, André Breton, Benjamín Péret, Alice Rahon y Wolfgang Paalen.

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Un poco así me parecen los elementos de cada pintura de esta mujer misteriosa. Brincos en el tiempo, espacios de historia en blanco, no revelados, una mezcla de personajes distintos, de lugares ajenos, de sucesos pasados pero aún latentes, entretejidos por el cabello y el aliento de Leonora, que toman forma por el viento que de ella emana.

Acercarse a su obra literaria es igualmente intrigante. Leer sus relatos es como presenciar un sueño. Las imágenes, el lenguaje y la acción son difíciles de describir y, al mismo tiempo, sumamente simples de entender e identificar. Es fantasía y no lo es. ¿Cómo puede ser esto?

Volviendo a su biografía y añadiendo algunos otros datos, la madre de Leonora Carrington era irlandesa y su nana también. Ambas le contaban historias acerca del bosque encantado de la mitología celta. Una parte de su inspiración surge de los dioses, brujos, gnomos, fantasmas, animales y más que aparecen en estos relatos. Más tarde enriquece su creación con el acercamiento al tarot, al hinduismo, al gnosticismo egipcio, a la alquimia, al simbolismo del gótico y del Renacimiento.

Otra parte muy importante es su experiencia de vida. Su gran amor, Max Ernst, fue víctima del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La angustia de saber que su amado estaba preso en un campo de concentración. La imposibilidad de verle o ayudarle, la huída a un país extraño, las crisis nerviosas y su reclusión en un hospital siquiátrico con el consentimiento de su familia en donde le fueron administrados medicamentos fuertísimos, nuevamente la huida y el arribo a otro país.

Matrimonio por conveniencia, otra lengua, otra cultura y su propio arte como único refugio seguro, como el único modo de reconectarse con su esencia y mantener su identidad. Y así convertirse en la novia del viento. Un viento antiguo que nos habla de historias que no necesitan ser lógicas ni explicitas para ser entendidas. Un legado de imágenes, visiones, fantasías y experiencias magistralmente combinadas en un lienzo, en tinta y papel que nos hablan de ayer, de mañana. De tiempos que no vivimos y que siempre han existido, del amor de siempre y del adiós de nunca. Que nos ponen en contacto con una cierta esencia espiritual reconocible, con un sabor de alma que ya hemos disfrutado. No es posible describirlo. Hay que acercarse a él con llaneza, con tranquilidad. Un cuadro de Leonora, un relato, una ilustración son suficientes.

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