¿Qué significa dar vida a un nuevo ser? Significa que eres tan poderosa como el Creador – o ¿será la Creadora? – que parió todo lo existente, y todo lo que existirá.
Significa que tu vida deja de ser tuya, que dejas de ser el centro de tu atención y estableces nuevas prioridades. Este ser no es propiedad, sino extensión tuya. Tú no estás encargada de educar a tu criatura, sino de descubrir junto con ella la semilla existente, la que tiene el potencial de desenvolverse, y aprender cuáles son las mejores maneras de nutrirla para que llegue a ser todo eso que puede ser.
Observa un frijolito que hayas colocado en agua a germinar, plántalo y mira cómo crece. Así es en tu cuerpo, tierra fértil, y así el óvulo con esperma integrado, implantado. El proceso de crecimiento es igual, nada más que mucho más complejo.
La maternidad es compleja también. ¿Qué más podríamos desear que esa vida llegara bienvenida, esperada, a un hogar próspero, con padres listos, maduros y confiados en sí mismos para poder darle a esa criatura el calor humano y la confianza que necesita para vivir la vida en plenitud? Rara vez eso ocurre. Y ese es el milagro de la vida. Siendo tan torpes, tan infantiles, tan atemorizados, tan frágiles nosotros en nuestras maternidades, ¿cómo podemos esperar ser ideales?
La nueva vida es un compromiso de por vida que a veces pesa, que rara vez sale como lo imaginamos porque la criatura ideal viene con su paquete de luz y sombra, muchas veces la sombra que tú no pudiste o no quisiste lidiar contigo misma, en la forma de un otro que depende de ti. Se vuelve una relación de poder no siempre agradable que a veces nos deja noches sin dormir, arrepentidas de lo que hicimos o no hicimos. Y la madre siempre es la responsable de generar bondad en el lazo, que no siempre puede.
Si nos conociéramos, si nos cuidáramos a nosotras mismas antes de cuidar a los demás, seríamos madres más centradas, mujeres más integradas.
Dar vida a un nuevo ser es un juego de azar. Este ser es la combinación de dos personas que se unen en un particular momento de sus vidas y crean un tercero totalmente ligado y completamente ajeno a ellos. Es un coctel de donde puede emerger un genio brillante, una plasta deprimida o un monstruo terrible. ¿Qué habrá pensado la madre de Hitler al darlo a luz? y, ¿las madres de Einstein, de Buda, de Jesús? ¿Se hubieran podido imaginar?
Cuando das vida, contribuyes al planeta de maneras inimaginables. Tu criatura viene con destino, habilidades y regalos únicos para el mundo que sólo él o ella pueden traer. Es continuidad de su línea genética, es el resumen y el más avanzado sistema de su línea ancestral, y parte de un entramado divino que embona con todos los demás. Poder seguir el trayecto de un ser tan especial es el honor conferido a padres y madres.
Estar consciente de esto te permite ver la vida de tus hijos desde una perspectiva. Lo más difícil es poner límites. Decir que no con el mismo amor que dices sí. No educar a tus hijos para que te quieran, sino para que se quieran a sí mismos. Pero claro, es más fácil ver las cosas desde afuera y verlas desde la retrospectiva, que verlas cuando estás tomando decisiones que afectan a tus hijos – y te afectan a ti – a largo plazo.
Tus hijos te dan más de lo que te imaginas. Tú puedes tener muchos hijos, pero cada hijo sólo tiene una madre.
No existen las madres ideales. Existen las vasijas a través de las cuales Dios digna apropiado el desarrollo de un nuevo Ser. Y esas mujeres, con o sin sus hombres, hacen lo mejor que pueden. Eso es lo más importante a recordar en todo lo que concierne a la maternidad. Las madres hacen lo mejor que pueden.
Y eso, es suficiente. Porque dar vida, y tener vida, es suficiente.