La fiebre por el Mundial de fútbol se ha extendido hasta las abuelas sudafricanas, con cientos de mujeres pobres y ancianas con delantales y faldas luchando por un balón en partidos que se juegan en diversos distritos.
Dos veces a la semana cambian las labores domésticas por el fútbol y se ponen zapatos con tacos en lugar de sus usuales sandalias de plástico para jugar.
Las edades de las 35 mujeres en el equipo Vakhegula Vakhegula -que significa «Abuelitas» en el dialecto local Xitsonga- van desde los 40 hasta más de 80 años. Las mujeres viven en un distrito ubicado cerca de Tzaneen, a 600 kilómetros al norte de Johannesburgo.
La competencia es feroz entre los ocho equipos de la región y las mujeres dicen que el fútbol es el mejor ejercicio, mucho más que el usual trabajo en sus casas y en los campos.
«Me gusta jugar al fútbol porque nos ayuda. Estábamos enfermas, pero ahora nuestra temperatura, nuestra presión sanguínea (…) han disminuido (…) incluso nuestros doctores están maravillados cuando vamos a un chequeo», dijo Nari Baloyi, de 47 años y una de las más jóvenes del equipo.
Nora Makhubela ha sufrido seis ataques cardíacos, sin embargo, la bisabuela de 83 años dijo que patear el balón por la cancha le había dado una fuerza que no creyó que aún tuviese.
«Mi vida realmente ha cambiado (…) Si tuviera que correr con usted le ganaría, aunque soy mucho mayor», dijo sonriendo.
Makhubela sueña con vivir lo suficiente para ver la Copa del Mundo de Sudáfrica que comienza el 11 de junio del 2010.
«Rezo todos los días para que Dios me mantenga viva hasta el 2010. Realmente me encantaría ver los partidos», dijo.
El equipo se ha propuesto jugar un partido preliminar antes de uno de los encuentros de la primera ronda del Mundial y dijo que las autoridades nacionales del fútbol les habían respondido que considerarían la idea.
La trabajadora social Beka Ntsanwisi sostiene que comenzó el equipo hace tres años para ayudar a las mujeres mayores a ejercitar todas las partes de su cuerpo y darles un nuevo propósito en la vida.
«Algunas de ellas ni siquiera podían caminar bien y si hacían algo en su tiempo libre, tejían o cosían y estaban sentadas todo el tiempo (…) aquí corren, gritan, pelean contigo (…) las mantiene jóvenes», señaló.
El entrenador David Maake dijo que trabajar con las mujeres le había dado mayor satisfacción que cualquier otro trabajo como director técnico.
«Con chicos jóvenes necesitas más dinero para lograr muchas cosas (…) aquí, puedo venir estresado (…) pero me río tanto que me olvido de todo», afirmó.
Al equipo le falta el financiamiento apropiado y cada mujer colabora con alrededor de un dólar al mes para comprar balones de fútbol y equipamiento de viaje para su competición bianual con equipos de otras regiones.
Ntsanwisi, que usa su propio dinero para ayudar a financiar los equipos, tiene la esperanza de lograr atraer algún día a los patrocinadores.
Decenas de aficionados locales apoyan los partidos de las abuelas, animando y soplando «vuvuzelas» (ruidosas trompetas de plástico que crean una cacofonía usada en el fútbol sudafricano).
«Me siento bien cuando (las abuelas) juegan al fútbol para que poder estar en forma y fuertes», dice Chamelius Bayani, una joven de 13 años.
Ganar parece secundario. Algunas de las abuelas juegan después de un largo día de trabajo doméstico.
La mayoría llega directamente a la prácticas después de hacer la limpieza de sus casas, cocinar o luego de vender los alimentos en las calles.
«Esstaba demasiado gorda (…) ahora puedo correr y enseñar a mis nietos y a los niños a patear un balón. Me siento muy bien», concluyó Baloyi.