Psic. Miriam Hernández
El Diccionario de la Real Academia Española define educar como el acto de “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios y ejemplos”. En esta definición encontramos dos de los elementos importantes para la educación del niño: el desarrollo de habilidades/conocimientos y la comprensión de de reglas sociales; sin embargo esto no es lo único que genera una educación saludable y cercana con nuestros hijos; muchos padres caen en el error de pensar que enviando a sus hijos a la escuela y corrigiendo sus hábitos es suficiente para su bienestar. Pero olvidan la parte más importante.
El poder expresarles nuestro cariño constantemente permitirá que no se sientan solos e incomprendidos; abrirá cancha para que se acerquen cuando lo necesiten.
El elemento fundamental para la consolidación y aseguramiento del bienestar de los niños, es el desarrollo emocional. Este término se refiere a cómo los padres demuestran a sus hijos sus propias emociones (el amor incondicional, tristeza, enojo, alegría, etc.). El manejo de emociones que los padres tienen, determinará la relación que tendrán con sus hijos, por ejemplo, un padre que no expresa sentimientos de tristeza frente a sus hijos, les enseñará que no deben externar cuando se sienten tristes, en consecuencia impedirá que su hijo se acerque a él cuando se sienta triste y en casos graves generará que ni siquiera pueda identificar cómo es el sentir tristeza.
Así, la relación emocional que los padres establecen con sus hijos, será vital para su educación y vinculación. Cada etapa en el desarrollo implica retos diferentes tanto para el niño como para los padres.
El recién nacido depende completamente de sus padres, en específico de su madre quien lo alimenta. En esta etapa, el acercamiento que tienen madre e hijo al ser amamantado es de vital importancia para tranquilizar al bebé en su angustia de encontrarse en un ambiente para él extraño e incomprensible. En este periodo lo más importante es la capacidad de la madre para contener al bebé, abrazarlo y saber reconocer sus señales, por ejemplo, si llora por hambre, por dolor o por angustia, así como la respuesta oportuna a sus necesidades. El estado emocional del la madre será de vital importancia para poder disminuir y apaciguar la angustia del bebé, por ejemplo si no fue un embarazo planeado, habrá mucha angustia en ella, si es madre soltera, podría sentirse agobiada en su nuevo rol sin un compañero, lo cual interferirá en su capacidad de entender a su bebé.
Es muy importante para el desarrollo de todo individuo este primer acercamiento con su madre, pues sembrará las bases para que los niños sientan que son entendidos, consolados y auxiliados en su descubrimiento del mundo.
Cuando el bebé comienza a adquirir habilidades como gatear, caminar, erguirse, socializar, primeras palabras, etcétera, el papel de los padres será de ayudar al niño a conocer el mundo sin sentirse limitado ni tampoco solo, es decir ni sobreprotegerlo ni abandonarlo. Esto le permitirá al niño adquirir confianza en sí mismo y sus capacidades, sabiendo siempre que sus padres estarán ahí para levantarlo cuando se caiga o consolarlo cuando se equivoque.
Asimismo es muy importante ayudarlo a reconocer sus propias emociones, es decir, permitirle llorar cuando sienta la necesidad y al mismo tiempo consolarlo, permitirle enojarse sin que llegue a ser violento y hablar con él sobre su enojo, en otras palabras, auxiliarlo a comprender qué es lo que le está sucediendo tanto a nivel físico como emocional; permitirle experimentarlo y contenerlo. Es muy común encontrarnos con padres que no permiten llorar o enojarse a su hijo, “no llores, no pasa nada…”, esto lo único que genera es que el niño sienta que no comprenden su dolor y que no hay espacio para escuchar lo que le sucede.
Los límites-reglas van adquiriendo mayor relevancia conforme el niño alcanza mayor independencia, pues surge la necesidad de entender qué sucede en el mundo más allá del cuidado de sus padres. Es fundamental recordar que las reglas deben ser acordes a la edad y flexibles, por ejemplo los permisos para salir de casa no serán los mismos cuando los hijos tienen 12 años a cuando tienen 20. Siempre será muy importante explicar el porqué de cada regla (no ser impositivos) y poder llegar a acuerdos juntos. En este mismo sentido, la congruencia entre lo que le pedimos a nuestros hijos y lo que nosotros hacemos, es esencial; no será congruente exigirle a nuestro hijo que lea un libro en vez de jugar videojuegos si nunca nos ha visto a nosotros tomar un libro.
Las consecuencias cuando no se cumplen estos acuerdos deberán ser acordes al límite e inmediatos, por ejemplo, si un niño de 6 años pinta las paredes de su casa, la consecuencia acorde sería limpiar en ese momento, no prohibirle ver la televisión o negarle acudir a un campamento un mes después. De la misma manera deberán ser firmes, es decir, si el acuerdo fue que no podría salir durante una semana, deberemos mantenernos firmes y no suspender el convenio antes de tiempo.
La parte más difícil y fundamental para generar una buena relación con nuestros hijos es escuchar siempre lo que tengan que decir, ya sea que estén tristes, alegres o incluso enojados con nosotros como padres; ponernos en su lugar y no minimizar sus problemas, comprender que ellos son diferentes a nosotros y no tratar de imponer reglas sin comprender sus necesidades. No se trata de pensar que como padres tenemos la razón en todo y posicionarnos como los que mandan y nuestros hijos los que obedecen, la crianza es un trabajo en equipo entre padres e hijos.
Buscar siempre un tiempo en el día para escuchar cómo le fue en el colegio, lo que les preocupa, lo que les atemoriza, sus dudas en relación a cualquier tema, que sepan que pueden acercarse a nosotros ante cualquier situación sin que sientan que lo único que obtienen al aproximarse es un regaño y un castigo, que sientan la comprensión, escucha y guía. El poder guiarlos a partir de la escucha y los límites siempre puede mezclarse, un regaño no siempre es a partir del enojo, lo ideal es que pueda ser a partir de la comunicación mutua.
Finalmente, el poder expresarles siempre nuestro cariño permitirá que no se sientan solos e incomprendidos; abrirá cancha para que se acerquen cuando lo necesiten. Las palabras de cariño constantes y las acciones acordes a ello no deben ser limitadas, el que nosotros como padres podamos expresar nuestros sentimientos acercará y generará un vínculo fuerte, estable y duradero.
Psic. Miriam Hernández
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