Cuando se trata de pérdidas gestacionales (una pérdida en cualquier etapa del embarazo, cuando el concebido no llega a sobrevivir fuera del útero), ya sean inducidas o espontáneas, la sociedad se enfrenta con un asunto complicado, ya que el tema cae en debate o se politiza casi de inmediato.
Estos dos enfoques dejan a un lado la parte psicoemocional de la persona que está experimentando la pérdida. Esta discusión se ha centrado principalmente en ideologías y agendas específicas, y se han dejado de lado consideraciones de vital importancia, como la salud mental, los derechos fundamentales y el bienestar de las mujeres que atraviesan por estas situaciones.
En este sentido, especialistas de la organización SOPHIA, una institución académica especializada en formar y capacitar personas que atienden a mujeres y familias en situación de pérdida gestacional, destacan la importancia de hablar y educar sobre este tema para poder ofrecer opciones de ayuda, atender esos sentimientos, elaborar el duelo y apoyar en el fortalecimiento de esas mujeres que pueden sentirse incapaces de ser madres o culpables por su maternidad fallida.
Dos consecuencias graves de sufrir una pérdida gestacional son, a nivel psicológico y de integridad física, el estrés postraumático y la muerte fetal. Y en ambos temas resulta indispensable ofrecer espacios de plática, acompañamiento y educación.
Estrés postraumático
El primero, el estrés postraumático, es un estrés excepcional que se experimenta como respuesta ante un suceso traumático, ya sea al presenciar eventos de muerte o una fuerte amenaza a la seguridad vital de la persona que lo sufre.
La depresión es un trastorno psicológico, una forma de expresión de dolor de causa interna o externa, que se manifiesta con síntomas, principalmente, psíquicos y somáticos.
Tanto el estrés como la depresión afectan de manera distinta a cada persona de la misma forma en que cada persona e historia vivida son únicas.
Para la mujer, por vivir el trauma de la pérdida en carne propia, es probable que el efecto (impacto) sea mayor, sin embargo, la afectación puede ser distinta según lo traumático de las circunstancias.
En el artículo “Depresión y estrés postraumático en mujeres con pérdidas gestacionales inducidas e involuntarias”, María del Carmen Alva, fundadora de SOPHIA, Cardoso-Escamilla y Zavala Bonachea, manifiestan que el impacto psicológico que experimentan mujeres que han sufrido pérdidas gestacionales incluye situaciones como: evitar pensamientos o sentimientos sobre el aborto, sentimientos reprimidos, aislamiento, ataques de angustia, recelo hacia sus hijos vivos, insomnio, irritabilidad, falta de energía y concentración, desinterés, conductas autodestructivas, entre otras.
Muerte fetal
Respecto a la muerte fetal, cuando el concebido nace sin signos vitales a partir de la semana 22 de gestación (parámetro para México de acuerdo con el Instituto Nacional de Perinatología), el tema es sumamente sensible y de atención urgente.
De acuerdo con UNICEF, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Grupo Banco Mundial y la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, a nivel mundial casi dos millones de bebés nacen muertos cada año, lo que equivale a una muerte fetal cada 16 segundos y a una tasa global de 13.9 casos por cada mil nacimientos totales.
En este contexto, es importante retomar la afirmación de Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF, quien señala que “la mayoría de las muertes fetales podrían evitarse con un seguimiento de calidad, una atención prenatal adecuada y la asistencia de una partera cualificada”.
El estudio revela que la incidencia desigual de muertes fetales entre zonas rurales y urbanas obedece a que el acceso a la atención médica, la educación materna y otros factores socioeconómicos es dispar.
Tanto en los países de ingresos altos como en los de bajos ingresos se registran tasas más altas de muertes fetales en las zonas rurales que en las urbanas.
En el caso de México, la tasa promedio registrada en 2019 fue de 6.8 muertes por cada mil nacimientos, y si las tendencias actuales se mantienen, se estima que para el año 2030 ocurrirán casi 12 mil muertes fetales en el país.
Tomando en cuenta factores y contextos como los planteados, instituciones como SOPHIA surgieron con la convicción de preparar personas para la construcción de un mundo empático y cuidadoso con quienes han padecido cualquier tipo de pérdida gestacional.
También para educar y preparar a una nueva generación de personas conscientes de que toda pérdida y todo dolor merecen ser reconocidos, validados y atendidos desde el conocimiento científico, la empatía y las mejores prácticas de acompañamiento psico-terapéutico.
Según señala María del Carmen Alva, “nuestra labor reside en acompañar a mujeres y familias en lo que Margaret Stroebe llamaba ‘Proceso Dual del Duelo’, el cual implica que la persona transite de forma continua entre los terrenos de un ‘funcionamiento orientado a la pérdida’ y un ‘funcionamiento orientado a la reconstrucción”.