En el caso de las enfermedades mentales pasa lo mismo, no buscamos ayuda psicoterapéutica o psiquiátrica porque nos da miedo el qué dirán, cómo nos mediquen, qué tan caro salga, o el temor de hacernos farmacodependientes, etcétera.
El suicidio es un tema abordado cada vez más abiertamente. No es para menos, pues desde hace años viene incrementando su cifra y cada vez en personas más jóvenes. De no entender y actuar sobre el problema en América Latina, el riesgo es que que ésta se sume a otras complicaciones de salud pública.
En una conferencia reciente en el Instituto Nacional de Psiquiatría “Juan Ramón de la Fuente”, Mishara, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Montreal, explicó paso por paso cómo es que “el suicida” llega a culminar su objetivo:
- Un gran problema
Todo inicia con un sufrimiento insoportable a partir de un problema que no se solucionará y que, por ende, jamás terminará. Por lo general, cuando nos enfrentamos a esto, buscamos soluciones y nos agarramos de donde podemos. El suicida no lo hace; su única solución es la muerte. - Ideas e intención suicida
Muchas veces no necesariamente se realiza la acción, pero se piensa mucho en intentar llevarla a cabo. - Motivación
Finalmente, algo motiva a la persona. “La gota que derrama el vaso”. Se da un evento precipitado. - Acceso a una manera de matarse
Se contemplan opciones y se elige la más aceptable y rápida. - Tratar de que se lleve a cabo el suicidio
En el intento por suicidarse, muchas veces la persona entra en pánico y llama a emergencias. Muchos de los que se intoxican con medicamento, inmediatamente después lo vomitan. Es el proceso literal entre la vida y la muerte. - Completar el suicidio
El intento culmina haciéndose real la acción, terminando la persona con su vida.
- Hablar de querer morir o suicidarse.
- Sentirse sin esperanza, desesperado o atrapado.
- Regalar pertenencias.
- Poner asuntos en orden.
- Rabia o enojo constante.
- Tristeza profunda o depresión.
- Aumento en el consumo de drogas o alcohol.
- Aislarse de los demás.
- Ansiedad o agitación.
- Alteración en el sueño.
- Sentimiento de inutilidad.
Los suicidios se pueden evitar reduciendo el acceso a las herramientas con las cuales pueden hacerse daño; así como controlando los medicamentos.
Cualquier persona puede ayudar, mencionó el doctor Mishara. “Es esencial que al suicida se le dé esperanza sobre sus fortalezas y características positivas; pero no mencionar cómo solucionar sus problemas.”
Existe gran número de estrategias para validar a la persona y darle la esperanza que necesita, explicó el especialista “Hay que decirle cosas que le hagan sentir exitoso(a), no hablar de uno mismo ni de nuestra experiencia, escuchar y regresar algo a cambio, como halagos; subir su autoestima, suponer que la persona tiene características positivas por las cuales está viva.”
Cambios y retos:
- Brindar atención primaria para padres, profesores, policías y médicos.
- Romper con el estigma de las enfermedades o trastornos mentales, así como del suicido para que se pueda hablar del tema dentro de las familias.
- Que existan mejores modelos de prevención para países donde no hay disponibilidad o no hay interés para visitar a un profesional.
- Ser mejores pacientes: Estamos acostumbrados a no seguir el tratamiento médico porque “ya nos sentimos bien”. Es aún mayor la carga de los tratamientos psiquiátricos, dado que su efecto no es inmediato sino que su toma lleva tiempo para hacer mejoras a nivel orgánico. El paciente debe seguir el tratamiento tal cual como se le indica y el tiempo que el médico le menciona.
La educación es de suma importancia desde que somos pequeños. A los niños hay que explicarles lo que está sucediendo, si es que un familiar cercano se suicidó, y tal cual el problema con palabras sencillas para que lo alcancen a entender. No es conveniente querer ocultarles el problema porque los pequeños sacan conclusiones de manera errónea.
Se estima que desde los siete a ocho años ya se tiene conciencia del suicidio; muchos niños lo aprenden al ver caricaturas. “Es importante no esconder la verdad y explicarles que en la realidad, las personas que se suicidan no vuelven a vivir, como pasa en los dibujos animados de la TV. La persona que se mata, muere y no revive”, aclara el especialista.
No existe el gen del suicidio
Un tema del que se ha especulado mucho, según el doctor Brian, es la biología del suicidio. Se ha comprobado que muchas de las enfermedades mentales son hereditarias, sin embargo el suicidio no. Y aunque ese fuera el caso, “no se podría predisponer a las personas ni decirles que son propensas a suicidarse, porque… ¿eso sería de utilidad o se convierte en una profecía?”
Lo que sí hay, destaca, son riesgos como el abuso infantil, experiencias de trauma en la vida, enfermedades crónicas, trastornos mentales severos y la poca habilidad de una persona para solucionar conflictos. Esto puede orillar al suicidio.
Los estudios sobre cuestionamientos e interrogantes sobre el suicidio son muchos, pero desgraciadamente, informa Mishara, se realizan en países desarrollados casi todos, como Estados Unidos, Alemania e Inglaterra. En México se sabe poco puesto que el tabú en la sociedad es fuerte y no se tiene la posibilidad de acceso de salud a todas las personas, concluyó.