El rencor o resentimiento consiste en un pesar o enojo que sentimos hacia otro(s) por algo que nos hizo hace tiempo. Se trata de un sentimiento que, que generalmente, entendemos como odio u hostilidad hacia la(s) otra(s) persona(s).
Es cierto que el rencor se genera cuando nos sentimos defraudados, humillados, avergonzados o agredidos por otra persona; sin embargo, debemos tener en cuenta que no son los hechos los que nos hacen sufrir sino el significado que le dimos al acontecimiento; es decir, el cómo cada quien percibe, ve, oye y siente la experiencia y cómo la graba en su memoria, junto a las reacciones corporales y de conducta que acompañan a esas emociones, es lo que nos hace sufrir y nos “engancha” con la situación y con aquella persona que nos hizo daño o, al menos creemos que lo hizo.
Por lo tanto, aunque un tercero nos haya hecho algo que nos generó sentimientos de enojo o tristeza, somos nosotros mismos quienes, de alguna manera consciente o inconsciente, optamos por el rencor, ya que el odio puede ser visto como el olvido imposible del pasado y provoca que el cuerpo, el corazón y la vida enfermen.
Generalmente, este rencor nos impide encontrar en la vida un sentido positivo que se diferencie del sufrimiento porque más allá de causarnos problemas con quienes nos rodean, se convierte en un conflicto interno que impide estar en paz con uno mismo, “prefiriendo” continuar la guerra contra el otro, aunque el otro ya no exista realmente, sino sólo el juicio sobre el otro, las creencias, las interpretaciones sobre la falta de amor que se ha experimentado y el consecuente resentimiento.
El rencor se alimenta del odio hacia el otro, pero también de uno mismo al odiar a alguien, reconociendo y alimentándose del poder que tiene el otro para herirnos.
Este tipo de sentimientos se dan frecuentemente entre miembros de una familia porque en los núcleos familiares tienen que aprender a convivir individuos con personalidades, intereses y edades, en ocasiones, muy diferentes, por lo que no es difícil que en diversas situaciones nos sintamos devaluados, agredidos o hasta abandonados por algunos de los miembros de la familia.
Existen rencores entre hermanos, entre cónyuges, pero muy especialmente entre padres e hijos, pues muchas veces como hijos idealizamos a nuestros padres y lo que éstos pueden y deben sentir y hacer por nosotros. Al no recibir todo aquello que imaginamos tener, nos sentimos desprotegidos, poco amados y, por ende, resentidos.
Para elaborar estos resentimientos el niño que está dentro de nosotros necesita solamente una cosa: deshacerse de una memoria herida, ofendida y que, en la mayoría de los casos, deforma la realidad, convirtiéndola en algo difícil de tolerar y, posteriormente, en sufrimiento, pues se vuelve la peor enemiga de la libertad.
Para evitar estos rencores y resentimientos es de suma importancia que exista una comunicación asertiva entre padres e hijos, es decir, que exista un intercambio claro de ideas, experiencias y sentimientos, basado en la apertura hacia el otro, la honestidad y la congruencia que nos permita escuchar verdaderamente a los demás, con el fin de conocerlos y comprenderlos, validando su sentir y, de la misma forma, para poder expresar el nuestro. Así, será más difícil que se generen rencores que podrían permanecer presentes a lo largo de nuestras vidas.
Cuando sentimos que la posibilidad de elaborar los diferentes rencores nos es imposible, quizá es momento de acudir a un profesional de la salud mental que nos guíe en esta tarea. Curar la memoria que perpetúa el rencor e imposibilita el olvido, es lo indispensable en un trabajo analítico útil y al servicio del ser vivo. Se trata de salir del encierro que sufre uno mismo, olvidar aquello que uno cree que sabe de sí mismo y empezar un autoconocimiento real que permita analizar la relación que uno tiene consigo mismo y con quienes le rodean.
El psicoanálisis nos ayudará a aceptar lo que ocurrió en el pasado, evitando quedar atrapado en ese pasado, en aras de avanzar y formar parte de la realidad de hoy, para conocer poco a poco los deseos y las necesidades propias, y lograr el bienestar emocional.