Llega al video una de las películas más vitales, poderosas y sugestivas de la década, que logró este año 2009 el mayor número de nominaciones al Oscar, con 13. Se trata de El Curioso Caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button), una obra con la capacidad de seducir al espectador y de envolverlo en su intenso relato de fantasía.
Basada en un cuento del gran escritor norteamericano Scott Fitzgerald, de los años 20, cuenta la sorprendente historia de un hombre que al nacer tiene 80 años de edad, con todos sus achaques físicos y su salud deteriorada, y que va viviendo la vida a la inversa, hasta convertirse en un bebé.
Esta historia de plena fantasía y de un peculiar sentido de originalidad es trasladada a la pantalla para convertirse en un largometraje de más de 160 minutos, abundante en detalles, lúcidos diálogos y un contexto social preciso que delinea diferentes épocas de la vida norteamericana. Afrontando el riesgo de alargar el relato, el resultado es sumamente afortunado y la narración se enriquece en una especie de epopeya individual de fuertes aires épicos.
Es admirable que una historia tan insólita adquiera un tono de verosimilitud que envuelve al espectador.
A veces, por la habilidad del director y la fuerza argumental, pareciera que esta historia está basada en hechos reales. Pero no es un caso de curiosidad médica de un fenómeno científico: es pura imaginación que reafirma el derecho y el privilegio del cine de trasladarnos a un mundo de ensoñación, más allá de las fronteras de la realidad cotidiana.
Lo que se logra es la crónica de una vital experiencia individual, que asume también una posición como testimonio de relaciones sociales.
Toda la película funciona con singular eficacia, en un ejercicio impecable, que roza a veces el virtuosismo. El director David Fincher, autor de esa cinta de culto que es Seven y realizador de las conocidas El Club de la Pelea y La Habitación del Pánico, logra por mucho su mejor película, donde alcanza un nivel de calidad que apenas se insinuaba en sus anteriores trabajos.
A la agilidad narrativa, al uso preciso de elipsis, al empleo de flash backs y en general al manejo de la cámara, a todo su sentido visual, se aúna la inteligencia en el desarrollo del relato que oscila en diferentes niveles ya que también es una intensa historia de amor de dimensiones poéticas. Pero se aleja de cualquier aproximación al tono cursi o meloso, a las trampas argumentales. Es puro cine.
El reparto funciona certeramente con Brad Pitt encarnando al personaje central con buen tino, sólidamente respaldado por esa gran actriz australiana que es Cate Blanchett. Pitt fue nominado al Oscar como mejor actor estelar, al igual que Taraji P. Henson, en el papel de su madre, como actriz de reparto. El filme fue nominado a mejor película, además, entre otros, de director, guión adaptado, fotografía, edición, vestuario, música y sonido.
En total, cosechó tres estatuillas de la Academia de Hollywood, por mejor dirección de arte, maquillaje y efectos visuales. No redondeó en el estrado su verdadero potencial ya que compitió contra otra auténtica joya como lo es Quisiera ser Millonario (Slumdog Millionaire), que finalmente acaparó los premios principales, lo que no resta ni un ápice la calidad de la fascinante historia de Benjamin Button.