Los inicios de la quimioterapia para tratar el cáncer se remontan al descubrimiento de la mostaza de nitrógeno, un agente de armas químicas, como tratamiento efectivo contra el cáncer.
[media-credit name=» monkeybusiness » align=»aligncenter» width=»562″][/media-credit]En su informe, el Dr. Stewart Alexander, un Teniente Coronel experto en armas químicas, postuló la teoría de que así como el gas mostaza prácticamente había detenido la división de ciertos tipos de células somáticas con la propiedad de dividirse rápido, también podría usarse para ayudar a suprimir la división de ciertos tipos de células cancerosas.
Con base a esta información se llegó a la conclusión de que se podía usar este agente para tratar los linfomas, dado que estos son tumores de las células linfáticas. Primero trabajaron sobre un modelo animal. Generaron un linfoma en ratones y demostraron que podían tratarlos con agentes mostaza. Luego inyectaron un agente relacionado (mustina) a un paciente con linfoma no Hodgkin; y así observaron una reducción de las masas tumorales del paciente.
Si bien, el efecto duró unas semanas y luego el paciente debió regresar para continuar el tratamiento, este fue el primer paso hacia el descubrimiento de que el cáncer podía tratarse con agentes farmacológicos. El uso de la mostaza de nitrógeno para tratar los linfomas se propagó rápidamente y se generó un clima de entusiasmo en torno a la posibilidad de que los fármacos pudieran curar a los pacientes con cáncer.
Al mismo tiempo, la investigación nutricional llevada adelante y después de la Segunda Guerra Mundial había permitido identificar un factor presente en los vegetales de hoja verde importante para la función de la médula ósea. Este factor resultó ser el ácido fólico, el cual se sintetizó por primera vez en 1937. Más tarde se demostró que la deficiencia de folato podía producir efectos similares a los de la mostaza de nitrógeno en la médula ósea.
Otro programa relacionado con la Segunda Guerra Mundial fue el examen selectivo a gran escala de productos de fermentación realizado por la industria farmacéutica a fin de aislar y producir antibióticos para tratar las infecciones de las heridas, con base a las observaciones sobre la penicilina. Inicialmente se pensaba que la penicilina tenía propiedades antitumorales que no habían sido confirmadas. El antibiótico actinomicina D surgió de este programa.
En retrospectiva, existen fundamentos que sugieren que este agente representa el primer ejemplo de terapia dirigida, que actualmente concentra mucha atención entre los desarrolladores de fármacos para el cáncer, si bien en este caso el objetivo era una ruta bioquímica y no estaba dirigida a un objetivo molecular.
Referencias
- Información de la International Prevention Research Institute, Estado de la Oncología; Peter Boyle, Richard Sullivan, Christoph Zielinski, Otis W. Brawley.