Los opioides suelen ser una de las opciones más recurrentes de los doctores para controlar el dolor, uno de los problemas médicos más comunes. La razón es son muy eficaces para provocar alivio en los pacientes en un período corto de tiempo. No obstante, también es cierto que conllevan riesgos importantes, incluido adicción y sobredosis nos explica el Dr. W. Michael Hooten experto de la Clínica del Dolor de Mayo Clinic.
Estos medicamentos generalmente se emplean en los hospitales para combatir el dolor posterior a una cirugía o un traumatismo. Los opioides también pueden ser el tratamiento más eficaz para un dolor fuerte que no cesa, como los causados por el cáncer. Comenta el Dr. Hooten, que «las aplicaciones de estos fármacos van en aumento: se calcula que 50 millones de personas en Estados Unidos sufren de dolor crónico y muchas de ellas se vuelcan a los analgésicos opioides para encontrar alivio«. Según explica, en la última década, se han duplicado las prescripciones de opioides para el dolor crónico por causas distintas al cáncer. En casos de dolor por cáncer, la probabilidad de volverse adicto con el transcurso del tiempo es baja; sin embargo, en muchas situaciones, la adicción a los opioides y la sobredosis de esos medicamentos es un problema muy real. La sobredosis de opioides desencadena un descenso en la presión arterial y la frecuencia respiratoria, aparte de conllevar el potencial de que se detenga la respiración y se suscite el coma. Plantea un gran riesgo de muerte y según los Centers for Disease Control and Prevention (CDC, Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades), en Estados Unidos ocurren en realidad más fallecimientos por sobredosis relacionadas con los opioides que por sobredosis de heroína y cocaína combinadas.Además de esos riesgos, el consumo de opioides más allá de un corto período debe tomarse con cuidado, existe poca evidencia respecto a que estos continúen siendo eficaces con el transcurso del tiempo para aliviar el dolor no relacionado al cáncer. Las personas que sufren de dolor crónico y toman opioides con regularidad, llegan a necesitar dosis más altas para alcanzar el mismo nivel de control, lo que conduce a mayor riesgo de dependencia, adicción, sobredosis y menor calidad de vida. Algunas investigaciones también han demostrado que el consumo prolongado de opioides puede, en realidad, hacer a la persona más sensible al dolor, afección conocida como hiperalgesia inducida por los opioides.
Para controlar el dolor crónico, existe una gama de alternativas a los opioides, la cual incluye a los analgésicos que no contienen opioides (el acetaminofén o el naproxeno sódico) y los antiinflamatorios no esteroides (la aspirina y el ibuprofeno).
Por otro lado, la fisioterapia y la terapia ocupacional, el control del estrés, las técnicas de relajación, la acupuntura y la biorretroalimentación también han demostrado ejercer un efecto positivo sobre el dolor crónico. Incorporar la terapia cognitivo conductual, en la que los terapeutas trabajan con el paciente para enseñarle maneras más eficaces y positivas de lidiar con el dolor crónico, ha demostrado ser igualmente útil para afrontar el dolor.
Muchas organizaciones de salud, Mayo Clinic entre ellas, ofrecen programas de rehabilitación del dolor para ayudar a la gente a reducir gradualmente los opioides y simultáneamente aprender sobre ellos y acerca de otras técnicas para controlar el dolor.
Según el Dr. Hooten, “los métodos sin opioides para controlar el dolor crónico no solamente eliminan el riesgo de adicción y sobredosis, sino que, en muchos casos, también alivian mejor el dolor y por más tiempo, lo que permite a las personas mantener una calidad de vida superior a la que sería posible con los opioides”.