Es de todos conocido que el hartazgo por los elevados niveles de corrupción
e impunidad así como los gastos excesivos en los rubros de seguridad, salud y
una gran cantidad de servicios personales, privilegios y canonjías de la clase política en general, dieron paso a un cambio para algunos sorpresivo en la elección de la cabeza del Poder Ejecutivo y en la integración del Poder
Legislativo tanto a nivel federal como en los estados.

Me resulta muy curioso, por decir lo menos, que en las elecciones de finales
de mayo en varias entidades federativas de nuestro país se hayan registrado
niveles tan elevados de abstencionismo. Tal parece que a los ciudadanos de
dichas entidades no les importa ejercer su derecho al voto y así decidir quién los va a gobernar durante los próximos años.

De aquí surge en mi mente la siguiente pregunta: ¿Alguna parte del
componente humano de la Patria padece de indefensión aprendida? Es
tiempo de aclarar lo que significa este término.

La indefensión aprendida es el término que el Dr. Martin Seligman* utilizó para definir el estado psicológico que se produce en una persona cuando los acontecimientos provenientes del exterior que le causan dolor y sufrimiento se vuelven incontrolables en el sentido de que no importa lo que intente para evitarlo o solucionarlo, pues nada de eso impedirá que se vuelva a presentar el acontecimiento.

Imaginemos que un niño/a percibe que sus padre/madre no le prestan demasiada atención y trata de ser obediente, educado, estudioso, etc., pero no consigue ninguna reacción de parte de ellos por sus acciones y entonces intenta llamar su atención portándose mal, pero tampoco le funciona. El niño/a sigue sintiéndose ignorado por sus madre/padre.

¿Cuál es el resultado? Que dejará de intentar cualquier cosa pues de todas
maneras no logra lo que pretende, entonces ¿para qué seguir insistiendo si
todas las salidas están cerradas?

Ahora pensemos en la historia de miles de mujeres que sufren de violencia
por parte de sus parejas, jefes, compañeros, etc., quienes las humillan, las insultan, las desprecian, las golpean y a pesar de ello no pueden salirse de la relación. Muchas, si no es que todas, han intentado llevar a cabo múltiples acciones para agradar a su pareja, jefes, compañeros, etc., pero hagan lo que hagan se enfrentan constantemente a la angustia y el temor de volver a ser agredidas sin ninguna otra razón más que la aparición del abusador.

¿Cuál será el resultado? Que se sentirán indefensas y en la profundidad de su alma queda instalado el aprendizaje de que no hay nada que pueda hacer y aún más, ni siquiera les será sencillo escuchar los consejos y opiniones de los demás que tratan de ayudarlas.

Aunque parezca difícil de creer, el abusador externo ya se ha internalizado y su poder se extiende a otras áreas de la vida de quien piensa, siente o imagina que no hay manera de salir del sitio en el que está atrapada.

¿Es eso lo que le ha sucedido a la Patria? ¿Es que ella, al igual que la parte femenina de los ciudadanos que forman el mencionado componente humano, sufre de indefensión aprendida?

Lo más importante es que existe una solución tanto para los niños/as y las
mujeres y hombres que la padecen. Hay que acudir a que un profesional de la
salud mental les muestre el camino para salir del atrapamiento.

La Patria ya padeció durante más de setenta años la indefensión aprendida
que se mostraba como: “¿Salir a votar? Y para qué, si de todas maneras va a ganar el partido tricolor”. Los ciudadanos que formamos el componente humano de la Patria, tenemos que recordar que es a través del voto como podemos sanarla de lo que parece una recaída.