¿Te has puesto a pensar cómo influyen tus actitudes y sentimientos en el carácter y la formación de tus hijos? Y es que mucho se ha hablado de la necesidad de que los niños crezcan emocionalmente sanos, pero ¿qué podemos decir sobre la importancia de la salud emocional de los padres? ¿Cómo afecta en la educación de los pequeños?
Fue precisamente esa inquietud, la que me llevó hace ya algunos años a conocer terapias y terapeutas que me han permitido aprender cosas muy importantes.
Uno de los principales aspectos es, sin duda, el saber que el ser humano tiende a repetir patrones; y para muestra, el clásico ejemplo comprobado científicamente, de que “generalmente los padres golpeadores también fueros golpeados”; aprendieron una conducta que no les permite aceptar su propio sufrimiento ni sentir compasión por otros.
En muchas sesiones escuché la frase todo adulto se aprende su niñez y la cita célebre lo que pongas en los primeros años de tu vida quedará en ella hasta más allá de la muerte, lo que me hizo entender que nuestro carácter no se formó ayer ni hace un mes o un año, sino que es resultado de lo que vivimos desde nuestra infancia hasta el día de hoy, por lo que sé que ahora mismo estoy ayudando a moldear la personalidad de mis dos hijos más pequeños.
Aprendí, también, que los padres tenemos un gran poder sobre las actitudes de nuestros niños y debemos ser muy cuidadosos con las actitudes y los mensajes que les comunicamos, porque es un hecho que las palabras jalan pero el ejemplo arrastra.
Es decir, que debo actuar de la misma forma en que quiero que ellos actúen, o de lo contrario provocaré confusión en el carácter y el comportamiento de mis hijos.
Me queda claro que el ambiente familiar influye de manera muy importante en el desarrollo social y afectivo del niño, es durante la infancia cuando se aprenden los valores, normas y habilidades, que más tarde le ayudarán a resolver problemas y a controlar sus emociones.
Así pues, de nosotros depende qué actitudes y sentimientos queremos comunicar a nuestros hijos: ansiedad, miedo, inseguridad, intolerancia, o por el contrario: tranquilidad, confianza, firmeza, comprensión. Todo depende de nuestra estabilidad emocional.
Un estudio del Centro UC de La Familia, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, destaca que los padres son los primeros modelos para sus hijos: si ven alegría se les despierta la alegría, si ven respeto, aprenderán a respetar.
La educación de un hijo requiere de decisiones firmes, poner límites, orientarlos y enseñarlos a enfrentar las consecuencias de sus actos, pero algo muy, muy importante, es que los padres debemos realizar nuestra tarea educativa con delicadeza y dedicación.
Es, sin duda, una labor difícil, porque muchas veces el sentir que nuestros hijos no están aprendiendo los valores que les inculcamos, nos provoca frustración; el miedo a fallar como padres y que tomen un camino equivocado, nos lleva a ser impositivos y hasta intolerantes; por eso, recuerdo ahora el consejo de uno de mis terapeutas: en el trato con tus hijos, paciencia, paciencia y más paciencia, y cuando se termine la paciencia, más paciencia.