Parto riesgoso

La placenta previa se presenta en uno de cada 200 embarazos.
[/media-credit] La placenta previa se presenta en uno de cada 200 embarazos.
Soy padre de cuatro hijos y seguramente tú, que has vivido esta experiencia en una o en más ocasiones, coincidirás conmigo en que afuera del quirófano se vive el parto con angustia y preocupación; con nerviosismo esperas que alguien, quien sea, salga de la sala de operaciones y diga las palabras mágicas: “todo salió bien”.

Aunque el primero y el tercer nacimiento fueron sin contratiempos, y en el segundo hubo algunas complicaciones, fue durante el cuarto en el que viví momentos de gran tensión.

Todavía recuerdo que fue como a las 11 de la mañana, cuando vi entrar a mi esposa al quirófano; unos 20 minutos después escuché el llanto del bebé y posteriormente llegó una enfermera hasta la sala de espera del hospital, para anunciar que el pequeño se  encontraba completamente sano. Hasta ahí, todo iba bien.

Sin embargo, empezó a pasar el tiempo: una, dos, tres horas, y la cirugía no terminaba. Conforme avanzaba el reloj, mi intranquilidad iba en aumento.

Fue tres horas y 20 minutos después del inicio de la cesárea, cuando el doctor me llamó a su consultorio; lo vi dejarse caer sobre su sillón, agotado y casi sin fuerza, sofocado y sudoroso, como si hubiera hecho ejercicio en exceso y me dio la noticia: salvamos a tu esposa pero tuvimos que extraerle la matriz.

Días antes, el ginecólogo le había diagnosticado placenta previa, que ahora sé es una complicación del embarazo en la que la placenta se coloca, de manera total o parcial, en la porción inferior del útero, de tal manera que puede tapar el cuello uterino. La placenta previa es una de las principales causas de hemorragia antes del parto y suele impedir la salida del feto.

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Existen tres tipos de placenta previa: Marginal, cuando la placenta está ubicada cerca del margen del cuello uterino, pero no lo obstruye; Parcial, cuando la placenta cubre parte de la abertura cervical y Completa, cuando la placenta cubre completamente la abertura cervical.

Desde que el médico detectó esta complicación, nos informó que necesariamente tendría que practicar una cesárea, nos pidió estar preparados con tres donadores de sangre y me advirtió que en esta ocasión no podría entrar al quirófano para ver nacer a mi hijo, como ocurrió en el caso anterior, con mi primer hijo varón.

Posteriormente, durante algunas de las consultas a las que acudimos después del parto, el ginecólogo me platicó que durante la cesárea hubo un problema extra: la dilatación del útero, que ocasionó una hemorragia que parecía incontrolable.

De hecho, me cuenta que ya habían suturado la herida del abdomen, pero fue necesario retirar las puntadas, debido a que el sangrado continuaba, hasta que tomaron la decisión de retirar la matriz. Es por eso que la sangre de los donadores fue insuficiente.

De acuerdo con los especialistas, sólo un pequeño porcentaje de las mujeres a las que se les detecta placenta previa en el ultrasonido que se realiza antes de las semana 20 de gestación, aún la tienen cuando dan a luz.

La placenta previa se presenta en uno de cada 200 embarazos. Es más común en las mujeres que tienen fibroides uterinos, su útero se desarrolló en forma anormal o tienen cicatrices en la pared uterina causadas por embarazos anteriores, cesáreas, cirugías uterinas o abortos. Las mujeres que fuman o tienen hijos a una edad avanzada también tienen un mayor riesgo.

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Por supuesto que no soy experto en el tema, habló simplemente de la experiencia que me tocó vivir.

Imagen cortesía de Goodluz



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