Cómo negar la triste realidad de que la media de las mujeres trabajadoras tiene un sueldo inferior al de los trabajadores hombres en sus mismos niveles. Es hora de que aún no podemos hablar de una igualdad plena de condiciones entre géneros en el ámbito laboral.
Pero estamos empujando y avanzando. Sobre todo en los países desarrollados hay señales de que se tienden a igualar las posiciones de género en el trabajo, pero también en América Latina.
Según un estudio de la Cepal, el ingreso medio de las mujeres de la región pasó de 69% del ingreso de los hombres en 1990, a 79% en 2008. Es decir, hace 20 años ganábamos dos terceras partes de lo que el hombre y hoy ganamos cuatro terceras partes. Aún recibimos menos que ellos por hacer lo mismo, pero ha habido un progreso.
En términos generales, las mujeres siguen primordialmente en posiciones de bajo nivel remunerativo y con poca presencia en cargos de mayor nivel jerárquico, pero la tendencia es que las mujeres destacan cada vez más en las jerarquías laborales.
Y en esta tendencia la catedrática Patricia Rodríguez, de la Facultad de Economía de la UNAM, hace ver una excepción: las mujeres menores de 30 años, solteras y sin hijos ganan más que sus comparables hombres. Eso ya ha sido comprobado con recientes estudios en Estados Unidos, pero en México también lo empezamos a ver.
En estos casos, ¿cómo se logran los acuerdos en la relación de pareja? Ahí está el punto. Porque aquí el problema no es sólo que él acepte sin prejuicio que ella gane más; ellos se están adaptando a no ser proveedores, al menos ya no los únicos o principales. Más bien el punto ahora es que a mí como mujer, no me genere conflicto que mi pareja tenga menores ingresos; que ello no signifique que él esté por debajo de mí porque entonces se desequilibra y quiebra la relación.
Hay casos donde las mujeres ganan más que los hombres, y ellas esconden cuánto ganan para que él siga manteniendo la autoridad dentro de la familia. ¿Qué tanto refleja esto?
Quizá el punto más relevante es que gradualmente las mujeres se vayan asumiendo como productivas, como aportantes, en un escenario donde su ingreso es fundamental y estratégico para el nivel de vida de la familia y de la sociedad.
Es vital también que los hombres no vean el ingreso de ella como complemento o “para comprarse sus cosas”, sino que lo asuman como un elemento primordial del gasto familiar porque en los hechos así es, y en esa medida ambos, como aportantes, promuevan una natural equidad en las labores familiares y con los hijos. Hacia allá tendríamos que dirigirnos.