¿Felicidad Laboral?

Muchos de nosotros estamos en un trabajo que no nos gusta o que no nos acaba de agradar del todo. Puede ser por el bajo sueldo, por el ambiente laboral (de todos contra todos), porque estamos haciendo algo que no nos gusta, pero fue lo único que encontramos, o porque sin más, necesitábamos trabajar, y no importaba de qué. Sea cual fuere la razón, tenemos un trabajo y nos quejamos por ello.

Mujer con brazos abiertos y mirando hacia un cielo azul al fondo arboles
“He aprendido que no estoy atorada o atrapada en ningún trabajo (…) tengo alternativas. He aprendido que si realmente quiero cuidar de mi misma (…), en un empleo, lo haré Y si realmente quiero ser victimada, (…), también permitiré que esto ocurra (…) Por encima de todo los demás he aprendido a aceptar mis circunstancias en el trabajo y a confiar en ellas (…) (Esto) significa (…) aceptar y luego cuidarme a mí misma lo mejor que pueda en cualquier día dado” [1]
Puede ser también, el contrario, tenemos un trabajo que nos encanta, en el que nos sentimos plenos y el que disfrutamos en todo momento.

Independientemente del sueldo, el ambiente, la distancia, el horario o lo que sea…Amamos nuestro trabajo.

Según Jhonatan Barrios, facilitador en Desarrollo Humano, Director General de Potencial Humano, asegura que los seres humanos nos movemos en cuatro niveles de energía, que por cierto, son cíclicos: la alta energía, supervivencia, degaste y recuperación (se presentan en todas las áreas de nuestra vida, no sólo en la laboral)

En la alta energía o alto rendimiento nos sentimos felices, optimistas, orgullosos de nosotros mismos (por lo que estamos haciendo), estimulados, (queremos hacer más cosas), excitados, amigables, entusiastas y desafiantes.

En la supervivencia, nos tornamos temerosos, frustrados (no estamos haciendo lo que queremos, lo que nos gustaría, en nuestro trabajo no nos están valorando) enojados, defensivos, ansiosos, irritables, indignados, impacientes y envidiosos. Los pensamientos negativos respecto a lo que estamos realizando empiezan a acecharnos.

En la etapa de desgaste, estamos cansados, tristes, fastidiados, desesperanzados, agotados y vacíos. Trabajamos “en automático”. Un día si y otro también.

En la recuperación, como que nos sentimos con algo de energía, estamos receptivos, despreocupados, a gusto, serenos y pasivos.

Te recomendamos:  Cansancio laboral

Y así, volvemos a empezar.

En estas cuatro etapas, el estrés tiene un papel importante, dice el especialista.

En la primera, alto rendimiento, el estrés nos mueve a seguir haciendo lo que estamos haciendo y a querer hacer más. En el segundo caso, supervivencia, hay un “mal estrés” , pues lo que hacemos, lo realizamos con disgusto.

Nuestros pensamientos son muy negativos, lo que nos lleva además a la angustia. En la etapa de desgaste, nos sentimos siempre cansados y desmotivados El estrés se ha convertido en quedarnos muertos en vida.

¿Te ha pasado alguna vez algo así? ¿cuál es la etapa en la que ahora te encuentras? La que fuere, dice Barrios, tiene una solución.

Respira, sólo respira

El primer paso, es darnos cuenta en que etapa estamos. Luego, simplemente, tomar conciencia de ello y hacer una profunda respiración. (Siente como el aire infla tu estómago, y luego, lentamente saca el aire por la boca. Puedes sentarte en un lugar cómodo si deseas).

La respiración, dice el facilitador, nos permite mejorar nuestra oxigenación, reduce la fatiga, produce endorfinas (un neurotransmisor producido por el sistema nervioso central, como modulador del dolor, la reproducción, la temperatura corporal y el hambre)

Después de haber respirando hondamente, ve en que etapa estás. Si estás en la más crítica que es supervivencia, es muy importante, comenta el especialista, saber manejar las emociones (que son las que, en ese período están descontroladas).

Las emociones son nuestros impulsos. Nos hablan de cómo somos o de cómo actuamos en una situación determinada. Reconoce tu emoción. ¿Dónde la sientes? Dale un nombre. Al hacerlo, podrás empoderarte de ti y hacer que esa emoción disminuya. Reconócela. Acéptala. Vívela. Nunca la reprimas (porque a la larga te enfermarás). Haz a un lado el miedo y la culpa. Las emociones son sólo emociones. Luego, déjala ir. Es así como podrías manejar tus emociones.

Te recomendamos:  La educación en línea, la nueva ruta del desarrollo personal

También es importante que veas tus pensamientos irracionales, (los pensamientos de este tipo son rígidos y poco realistas) “Soy muy torpe en lo que hago”. Lo más probable es que este tipo de pensamiento te cause tristeza.

Nuestros pensamientos (de cualquier tipo) van ligados con nuestras emociones. Es importante que aprendas a observar qué te dices a ti mismo a lo largo del día.

En el periodo de desgaste, el diálogo interno (lo que nos decimos a nosotros mismos) es el que predomina. Reconoce esos pensamientos “soy un flojo” y cámbialos por lo opuesto (aunque de momento no la creas) “Soy activo” A medida que repetimos nuestros pensamientos, (positivos o negativos), algo dentro de nosotros se modifica. Si tienes la sensación de que tu pesimismo, tristeza, apatía, indiferencia, flojera (hacia el trabajo o cualquier otra situación) es más fuerte que tú, considera pedir ayuda.

Finalmente, para cerrar la manera de “sanar” tu situación laboral (o cualquier otra área de tu vida), haz meditación (respirar hondo y de manera tranquila es una manera de hacerlo), busca hacer algo que te guste mucho y que sientas te llena de energía (ver a tus amigos, por ejemplo), intenta tener y vivir emociones positivas, como la gratitud o la fe (a un Poder Superior como tú lo concibas). Se amable y servicial y ten un propósito de vida (aunque no tenga nada que ver con tu trabajo) ¿Qué te gustaría hacer hoy para ti? ¿y por los demás?

Referencias

  • Battie, Melody. “El lenguaje del adiós” Ed. Promexa, México, 2002, p. 201
Imagen cortesía de Wavebreakmedia



Escrito por

Humanista y facilitadora en Desarrollo Humano


Temas relacionados