Hablemos de la menopausia: nadie nos prepara para esto

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Queridas y bien apreciadas lectoras de Plenilunia -aunque también habrá lectores varones que se animen a leer esto-, vengo a abrirles mi corazón y a compartirles algo que, estoy segura, muchas de ustedes entenderán como si lo estuvieran viviendo en carne propia. Hoy en este espacio que abrimos para hablar de la menopausia, me toca abordar el tema desde mi experiencia de vida. Es una etapa que llega sin invitación, sin manual de instrucciones y, muchas veces, sin que nadie nos haya advertido de lo que se nos venía encima. Porque, ¿quién iba a decirnos que la caída de los estrógenos nos iba a revolver la vida como si fuéramos un rompecabezas al que le faltan piezas? Y llega entre los 45 y los 55 años, que es una etapa en que somos aún activas, productivas, movidas, con energía para planear y hacer muchas cosas.

Cuando empecé a sentir los primeros síntomas, no tenía ni idea de qué me estaba pasando. De repente, una ola de calor me subía desde el pecho hasta la cara, como si hubiera metido la cabeza en un horno. ¡Bochornos, les llaman! Y no avisan, no tocan la puerta. Pueden aparecer en la junta más importante del trabajo, en el súper mientras eliges lácteos o jitomates o, lo peor, a las tres de la madrugada, cuando lo único que quieres es dormir. Y ahí está lo que, para mí, ha sido lo más pesado de esta etapa: el insomnio. Esas noches en que te despiertas empapada, con el corazón a mil, y ya no hay manera de volver a conciliar el sueño. ¿Resultado? Un cansancio que arrastras por semanas o meses y se te pega como chicle en el zapato. Día tras día, se va acumulando el agotamiento, y el ritmo de la vida no se detiene: el trabajo, la casa, los pendientes. Todo sigue igual, pero tú ya no rindes como antes, ya no eres la misma.

¿Por qué nadie nos avisa? ¿Por qué no hay un letrero en la vida que diga: “Prepárate, viene la menopausia”? Es como si el mundo médico y científico hubiera decidido que este tema no merece tantas portadas.

Y no es que no haya avances, pero seamos sinceras: las opciones para tratar los bochornos, el mal humor inexplicable o los otros 40 síntomas (¡sí, 40!) que ahora sabemos que existen, son limitadas. Y no hablemos de la vergüenza que a veces sentimos al tocar el tema, porque, claro, hablar de menopausia es admitir que ya estamos “maduritas”. Pero, amigas, ¿saben qué? Estamos en plena plenitud. A los 45 o 50 años, muchas seguimos siendo un torbellino: trabajamos, creamos, soñamos con una vida más tranquila, pero aún estamos a mil por hora. Entonces, ¿por qué nos sentimos tan solas en esto?

A las lectoras de Plenilunia que están viviendo esta etapa, quiero decirles: no están solas. Somos millones de mujeres en México -la Secretaría de Salud calcula 6 millones, pero podríamos ser más-, sudando a medianoche, riéndonos de nosotras mismas cuando olvidamos dónde dejamos las llaves, o tratando de explicar por qué de repente nos dan ganas de gritarle al mundo su incomprensión. Entre nosotras nos entendemos, porque sabemos lo que es despertar con la sensación de que el cuerpo ya no nos obedece como antes. Y a las que aún son más jóvenes, las que están en sus 30 o principios de los 40, les digo: infórmense. Lean, pregunten, busquen. Porque llegar preparadas a esta etapa hace toda la diferencia. No dejen que las tome por sorpresa como a muchas de nosotras.

Y un comentario al pasar: los médicos, con todo y su bata blanca, no siempre tienen las respuestas. La ginecología suele enfocarse en la etapa reproductiva, y cuando esa termina, pareciera que nos volvemos invisibles. Si tu ginecólogo es hombre, a veces falta esa conexión, esa empatía de saber lo que significa llevar un útero que ya no sigue las reglas de antes. Por eso, busquen doctoras, busquen redes de apoyo, busquen información. Porque merecemos vivir esta etapa con dignidad, con humor y con la certeza de que no estamos solas.

Así que, amigas, riamos juntas de los bochornos, abracemos nuestras noches sin dormir y sigamos siendo las reinas que somos, con o sin estrógenos. Porque la menopausia no es el final, es solo un capítulo más en esta aventura de ser mujer. Y sobre ello pronto sabrán lo que traemos entre manos en Plenilunia en torno a la menopausia. Si alguien se anima a contarme cómo está viviendo la etapa, escriban a: salud@plenilunia.com ¡Unidas somos más fuertes!