“No podemos crecer infinitamente (poblacional, económica y tecnológicamente) en un planeta finito, y estamos llegando a sus límites”, sentenció Luca Ferrari, investigador y exdirector del Centro de Geociencias (CGeo) de la UNAM y explica que se da por hecho que el crecimiento exponencial infinito es posible, necesario y positivo, pero no puede continuar para siempre, y a largo plazo se vuelve nocivo.
La obsesión de la humanidad por el crecimiento continuo y perpetuo, que ha sido posible con las enormes cantidades de energía barata que obtiene a partir de los combustibles fósiles, es una enfermedad general cuyo síntoma es el cambio climático.El sistema humano se ha expandido dramáticamente, sobrepasando los límites de la Tierra, y ha alterado los sistemas ecológicos, de los que dependemos para nuestra supervivencia.
Aunque se logren disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, no se solucionarán otros problemas ambientales que derivan de la sobreexplotación de los recursos y ecosistemas del planeta. Tenemos un problema sistémico que no se puede abordar enfocándose en un solo aspecto, subrayó.
En conferencia en el auditorio Julián Adem del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), el geólogo y doctor en Ciencias de la Tierra mostró una posición crítica que va más allá de las recomendaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), grupo científico internacional que lidera el tema del cambio climático, y que impulsa la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero para controlar la temperatura global.
Sin minimizar la importancia de reducir las emisiones, el universitario amplió el panorama: también se debe disminuir el uso de energía en la vida diaria, sobre todo ante las aún limitadas condiciones de las energías renovables (solar, eólica y geotérmica, entre otras), en cuya infraestructura se usan recursos provenientes de combustibles fósiles.
Expansión del sistema humano
El problema sistémico (del cual el cambio climático es sólo un síntoma) se refleja en la deforestación, la sobreexplotación de los océanos, la extinción de las especies animales y vegetales (se habla de una sexta extinción masiva), la destrucción de la biodiversidad y la contaminación de suelos, agua y aire.
Añadió que en su afán de continuar con lo insostenible, las sociedades se vuelven más complejas, tanto desde el punto de vista tecnológico como organizacional. “Pero la complejidad cuesta energía y además produce retornos decrecientes en el tiempo, lo que lleva al colapso”.
Para Ferrari, un error de las sociedades modernas es el problema de lo que llama ‘crecimiento perpetuo’. “Seguimos hablando de crecimiento económico como deseable y posible. Todo incremento del producto interno bruto (PIB), por pequeño que sea, es un crecimiento exponencial. Se da por hecho que el crecimiento exponencial infinito es posible, necesario y positivo, pero no puede continuar para siempre en un planeta finito, y a largo plazo se vuelve nocivo”, argumentó.
Planteó que el sistema de vida actual depende fatalmente del crecimiento del consumo de energía per cápita, de los ingresos y el consumo de bienes y servicios. “Una vez que la expansión se estanca, el sistema se colapsa”.
Finalmente, propuso considerar el decrecimiento, que es una disminución regular y controlada de la producción económica, para establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los seres humanos[.]