Los medicamentos para perder peso están causando furor en Estados Unidos como una forma aparentemente más sencilla de enfrentar la obesidad, sin dietas ni ejercicio, pero pudieran no ser la panacea que algunos esperan por diversos factores como sus efectos secundarios, elevado precio, la rápida recuperación de los kilos perdidos si se dejan de tomar e incluso algunos riesgos psicológicos.
Este tipo de fármacos, como el Ozempic (semaglutida), utilizado para el tratamiento de la diabetes tipo 2, imita una hormona llamada péptido 1, la cual estimula la producción de insulina y suprime la producción de glucagón, que eleva el azúcar en sangre. El cuerpo libera esa hormona después de una comida y viaja al cerebro provocando la sensación de saciedad. [1]
Sin embargo, si bien afirman diversos especialistas, consultados por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), este medicamento tiene más beneficios que riesgos, es importante destacar que debe ser prescrito de manera correcta por un médico internista o endocrinólogo.
En julio de este año, la Agencia Europea de Medicamentos señaló que evaluaba más de 150 informes para investigar el riesgo de pensamientos de autolesión y pensamientos suicidas con el uso de Ozempic y otros similares.
Además, de acuerdo a la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos MedlinePlus, la semaglutida puede ocasionar efectos secundarios, entre ellos, náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal, acidez estomacal o estreñimiento.
Asimismo, un estudio que financió el laboratorio danés Novo Nordisk (dueño de Ozempic y Wegovy), en el que participaron pacientes de Canadá, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y Japón, y publicado en la revista científica Diabetes, Obesity and Metabolism, reportó que las personas después de haber usado durante un año la semaglutida, y luego de haberla retirado, recuperaron dos tercios de su pérdida de peso anterior. [2]
Al ser una medicina costosa, para organizaciones como el Institute for Clinical and Economic Review, de Boston, es clave evaluar si los nuevos fármacos para bajar de peso son sostenibles para los sistemas de salud pública y los esquemas de seguros médicos, ya que, al tratarse de una condición crónica, implica que se tendría que dotar de manera permanente el fármaco, aspecto que proyectan, sería difícil de alcanzar. [3]
Expertos aplauden los nuevos medicamentos como una herramienta efectiva para algunos casos, pero advierten que no se deben abandonar los esfuerzos para comprender, primero, las raíces de la crisis de la obesidad, que la mayoría considera es resultado de cambios en la vida moderna, la dieta y los niveles de actividad y, segundo, para revertir efectivamente los aumentos en la obesidad, la diabetes y otras afecciones asociadas.
En este sentido, el especialista en obesidad del Centro de Prevención de la Obesidad de la Fundación New Balance en el Hospital Infantil de Boston y profesor de pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard, David Ludwig, advierte la necesidad de fondear con mayores recursos a las investigaciones orientadas a comprender los factores ambientales y dietéticos inmiscuidos en la obesidad. [4]
A nivel global, la obesidad y el sobrepeso se ubican como el problema de salud pública más grave. La Federación Mundial de Obesidad estima que en 2020 alrededor de 770 millones de adultos en todo el mundo se vieron afectados por esta enfermedad y se prevé que esa cifra supere los mil millones en 2030. En México, aproximadamente 7 de cada 10 adultos tienen dicha condición, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2022).