Educación sexual, fundamental para el empoderamiento femenino
Las mujeres se están apropiando de su cuerpo, de su naturaleza y de las diferentes formas en las que se pueden encontrar; saliendo de los cánones establecidos, construyendo amor propio desde el respeto y la aceptación que se traslada hacia las y los demás.
Este primer paso, que se mantiene constante y fuerte para transmitirlo a todas las mujeres de todas las edades, también abre senderos para el empoderamiento.
La Organización Panamericana de Salud define que la sexualidad es parte fundamental del ser humano e incluye las identidades de sexo y género, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva y la reproducción; es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, culturales, socioeconómicos, éticos y religiosos o espirituales.
“Cuando una mujer se informa y lleva a cabo un proceso para llegar a la autoaceptación, disfruta de distintas expresiones de la sexualidad y placer, estamos hablando de una mujer con empoderamiento sexual”, explicó la sexóloga Karimme Reyes.
Sexualidad y mujeres: el hito que llegó para quedarse
Aunque dentro de una sociedad hegemónica se considere que la sexualidad no debe estar en contacto con las infancias, la naturaleza no se detiene.
Fina Sanz, psicoterapeuta, pedagoga y sexóloga, en su libro Psicoerotismo femenino y masculino, habla de que las niñas descubren su genitalidad desde una temprana edad y de una manera muy natural.
Sin embargo, la impronta de la sociedad y la cultura dirigen las construcciones del espectro de sexualidad que, generalmente, se ve sesgada y limitada debido a los roles de género impuestos, así como la negación del placer femenino.
Karimme menciona que el proceso de empoderamiento sexual debe iniciarse con responsabilidad desde edades tempranas a través de educación en las escuelas y acercándose a quienes se dediquen a difundir la educación de la sexualidad, pues es la clave para que más personas la vivan de manera libre e informada.
Esto, además, podría ser una forma de evitar que las adolescentes sean víctimas de la desinformación y de prácticas sexuales que las pongan en riesgo; esta educación puede y debe ser con perspectiva de género e incluyente. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018 del INEGI, la primera relación sexual de las mujeres en México es a los 17 años.
“Es importante comprender que vivir una sexualidad libre se construye lejos de prejuicios, para lo que se requiere adquirir herramientas como información que nos aleje de mitos y tabúes. Al informarme disfruto más y por ende soy una persona más saludable”, señaló la sexóloga.
Edificar el empoderamiento sexual
La masturbación es un tema importante para que las mujeres se empoderen en su sexualidad, ya que da pie para iniciar un camino lleno de amor propio: ¿quién mejor que tú sabrá cómo tocarte, mimarte y darte cariñitos?, nadie.
Karimme aclara que a través de la masturbación se conoce y reconoce el cuerpo, se identifican las sensaciones que se disfrutan y las que no, por lo tanto, se puede comunicar a otros lo que se quiere y lo que no, ejerciendo el derecho al placer desde el empoderamiento sexual.
Que una mujer ejerza su derecho al placer es el resultado de una educación sexual acertada. Muchas mujeres no disfrutan totalmente de los encuentros sexuales: más del 70% de mujeres no llegan al orgasmo sólo con penetración, pues no existe estimulación externa: “Aunque hay formas de sentir placer aun sin orgasmos, el punto importante es que si conocemos nuestros cuerpos los encuentros serán más placenteros, porque se podrá pedir a las parejas que se estimule de tal o cual forma”, recalcó Reyes.
Una sexualidad sana en personas más responsables e informadas se percibe en los cuidados que llevan a cabo, por ejemplo, con metodología anticonceptiva o condones, establecen acuerdos con sus parejas sexuales y se sienten libres de decir que no en el momento que lo requieran y sientan.
Son personas con responsabilidad afectiva, por lo que dejarán temas sensibles claros y tratarán de no lastimar a otras personas ni ponerlas en riesgo.