El doctor Raúl García Flores, internista especialista en Medicina Crítica, profesor adjunto en la Escuela Superior de Medicina del IPN, señala que el tratamiento para evitar las alteraciones de infección provocada por estos microorganismos, se encamina al control de la presencia de glucosa.
El azúcar en la sangre a niveles superiores de 180 miligramos, tanto en el riñón, vejiga o uretra, va a producir un considerable ardor en el paciente cuando presente la necesidad de eliminar el azúcar a través de la orina.
Esto también va a traer como consecuencia que al reducirse los niveles de azúcar en niveles mayores a 180 mg, también se favorecen las alteraciones oculares, con depósitos de glucosa a nivel del cristalino y alteraciones en el resto del ojo,“como es el caso de la retina, que nos lleva a que se vaya perdiendo la visión rápidamente y en una etapa tardía a complicaciones tan graves como el glaucoma, que es una hipertensión del ojo con pérdida definitiva de la visión”, explica el doctor.
Por lo regular todos los órganos blandos resultan afectados al incrementarse los niveles de glucosa, pero el riñón dadas sus funciones, son de los primero órganos que se ven más afectados en casos de una diabetes mal cuidada.
“Las infecciones repetidas en el riñón derivan en cicatrización del tejido renal y va disminuyendo la función de ese riñón en un promedio de 20 o 30 años o antes, incluso, cuando el riñón ya no funciona y es lo que llamamos urgencia renal.
“Esto nos lleva a la utilización de diuréticos si los volúmenes celulares son bajos y tenemos alteraciones en creatinina, la urea o si estos niveles de cratinina y urea fueran muy elevados, como en 10 decilitros, entonces estamos hablando de un paciente que nos va a empezar a dar manifestaciones en diferentes órganos, con náuseas, vómitos, dolor de cabeza, problemas para respirar –porque hay contracción de los pulmones–. En estos casos si no dializamos al paciente todas estas alteraciones no se van a corregir”.