diciembre 22, 2024

Decidí no tener hijos

María Antonieta Barragán
María Antonieta Barragán

Si alguien le hubiera dicho a Margaret Sanger que su iniciativa y apoyo a Gregory Pincus, creador de la pastilla anticonceptiva, 57 años después serviría para que las mujeres tomaran finalmente el control de su fecundidad e independencia, seguramente estaría satisfecha de una labor que inició a principios del siglo XX en publicaciones y en su clínica de control de natalidad –la primera en el mundo- donde se ofrecían consejos para evitar embarazos no deseados y planificación familiar. Trabajo que, por cierto, le costó un tiempo de cárcel pues Margaret se había convertido en una molestia pública.

Qué significa hoy en día para las mujeres hacer uso de los métodos anticonceptivos. ¿Es sólo un recurso de control de natalidad? o ¿estamos ante una alternativa femenina más radical como la de no querer ejercer la maternidad ni en pareja ni en soltería?

Los cambios en la mentalidad de las mujeres nos pintan escenarios inéditos, situaciones tan diversas y opciones de vida que no hubiéramos imaginado hace 50 años. Los anticonceptivos no sólo están brindando la posibilidad de planificar cuántos hijos tener o en qué momento, también cumplen la función de acompañar a la mujer en una decisión más profunda y subversiva, que es no estar dispuestas a ejercer la maternidad bajo ninguna modalidad.

Actualmente, en México de 26.5 millones de mujeres en edad reproductiva, 11 millones utilizan algún método anticonceptivo. Por un lado, tenemos a las parejas que no les interesa tener descendencia, por otro, a las parejas que controlan su fecundidad con un determinado número de hijos, y también a las mujeres solteras que aunque llevan una vida sexual activa optan por no embarazarse porque obstaculiza sus planes de desarrollo personal y profesional.

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Habría que aclarar y puntualizar que en nuestro país el fenómeno de la “no procreación” apenas empieza a hacerse visible, pero en países como Australia, Estados Unidos y España, ya es algo prácticamente cotidiano.

Incluso existe una especie de “club social” llamado No Kidding, fundado en 1984, y que tiene presencia en por lo menos 6 países. ¿Qué argumentan para no querer saber de biberones y pañales? Sus razones van desde una preocupación por la sobrepoblación del planeta hasta una limitante para sus proyectos profesionales.

El tema de parejas y mujeres solteras que no les interesa tener familia ha sido motivo para algunos libros, como The Childless Revolution (La revolución de no tener hijos), de Madelyn Cain, quien advierte que dentro de unos cinco años el número de parejas sin niños será de 44% más que hace 15 años. En México, el Informe de ejecución del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo 1994-2003, editado por el Consejo Nacional de Población (Conapo), señala que los hogares que se componen de parejas sin hijos “ha ido incrementándose ligera, pero sistemáticamente”.

Por otro lado, las mujeres solteras mexicanas, también van marcando sus propias pautas de estilo de vida, aunque todavía es imperceptible sí se puede apuntar que existe una nueva forma de mirar la maternidad, y en ese sentido, estamos ante comportamientos que están modificando la estructura familiar del país. Datos reveladores nos muestran, según la Encuesta Nacional de Empleo de 2004, que 32.2% de la población económicamente activa femenina no tiene hijos y de ellas, casi la tercera parte tiene menos de 19 años, mientras que 45 por ciento están entre los 20 y 29 años.

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Podría parecer una actitud egoísta, antinatura, desafiante, pero lo cierto es que tanto parejas como mujeres solteras tal vez hacen cuentas, o simplemente tienen una conciencia demográfica muy avanzada. Según cálculos realizados por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el costo de un hijo hasta los 17 años es de un millón 140 mil pesos. Eso cuando permanecían en el hogar paterno hasta esa edad, pero ahora vemos a hijos que todavía con 30 y tantos años siguen bajo el techo protector de la familia. Otros argumentan la sobrepoblación, la falta de alimentos, la contaminación.

Y también, los anticonceptivos, sirven para mantenerse en una posición como la de Elisa, una joven mexicana, que dice: “No quiero tener hijos porque soy muy egoísta, no me gustaría tener que perder mi libertad para siempre, porque tener un hijo es estar pendiente de él para toda la vida, no poder hacer nada sin tener en cuenta primero al niño, tengo 31 años y estoy demasiado acostumbrada a manejarme sola sin tener que dar explicaciones a nadie… quizás esté muy equivocada, pero amo mi libertad y aunque a veces pienso en eso del reloj biológico, me da pánico, pero realmente quiero que me respeten y no me estén preguntando ¿aún no tienes hijos?”.

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