Si el cáncer cérvico-uterino es considerado una enfermedad de transmisión sexual, es porque la o las parejas sexuales de la mujer también están involucradas de alguna manera.
Lo que sucede es que el virus de papiloma humano entra al organismo de la mujer a través de la vagina y se instala en la zona del cérvix, donde puede permanecer silencioso por varios años y de pronto empezar a causar lesiones. A veces el virus no se manifiesta nunca, otras veces sí. Como ya habrás leído en otras secciones de Plenilunia, tener un diagnóstico de VPH no significa que estás destinada a desarrollar un cáncer.
La pareja de la mujer tiene un papel activo en el contagio de la infección, pues la mayoría de las veces el virus es transmitido por el hombre a la mujer durante la relación sexual. Sin embargo hay que tener mucho cuidado y evitar acelerarse al hacer conjeturas.
Es posible que la mujer se haya infectado con una antigua pareja y que tenga manifestaciones muchos años después. Otra opción es que haya sido su actual compañero quien tenga el virus y que se haya contagiado en una relación previa; que el virus hubiera estado latente durante un tiempo (en el cual lo transmitió a la mujer en cuestión) y que luego se le haya quitado. Y por supuesto, también existe la posibilidad de que él haya adquirido la infección en una relación extra-pareja y de ahí se lo transmitió a su compañera.
Opciones puede haber varias, pero hay que ser muy cautelosos, porque no se trata de culpar a nadie, de levantar falsas sospechas o de crear conflictos maritales. Más bien, de promover la comunicación en la pareja y prevenir todos los posibles contagios.
Investigaciones han mostrado que las mujeres cuyas parejas tienen la circuncisión son menos propensas a desarrollar este tipo de enfermedad. Y esto se debe, básicamente, a que el virus puede acumularse con mayor facilidad entre prepucio y el glande y ser depositado en el fondo de la vagina durante la relación sexual. Pero eso no significa que hay que correr a hacerse la circuncisión si es que se tiene prepucio. Más bien, hay que cuidar la higiene y lavar todos los días entre el prepucio y el glande. Y con o sin circuncisión, usar condón es una buena alternativa de prevención. Mucho se ha dicho que, cuando se trata de prevenir infecciones como el VPH y el herpes, el condón no es tan efectivo. Y es cierto, no funciona tan bien como lo hace con la gonorrea o el VIH, por ejemplo.
Lo que sucede es que el condón masculino sólo cubre el cuerpo del pene y el interior de la vagina con la que entra en contacto, pero el virus se puede albergar en zonas como el escroto o los labios de la vulva que quedan al descubierto. Pero aún así, usarlo es mucho mejor que no usarlo.
Un estudio realizado en la Universidad de Washington, mostró que el preservativo utilizado en el 100% de las relaciones sexuales disminuye un 70% el riesgo de contagio por VPH. Y según lo observado, aún usándolo sólo la mitad de las veces, se disminuye el riesgo en un 50%.
Vale la pena considerar su uso, sobre todo porque no sólo protege de esta infección, sino de muchas otras más.
Condón femenino sí protege
El condón femenino es otra buena opción; especialmente porque éste sí protege los genitales externos. Al quedar cubriendo la vulva, evita que estas zonas entren en contacto con la piel del otro y se reduce aún más el riesgo.
Todavía hay quienes dicen que usar condón le resta espontaneidad a la relación, que no se siente lo mismo o que es incómodo. La verdad es que hay muchas maneras de hacer del condón una parte más del juego sexual. Y, finalmente, bien vale la pena cuidar la propia salud y la de la pareja.
¿Qué dice tu pareja de usarlo? ¿Y tú, qué opinas, lo usas? Hay quienes sienten que usarlo es sinónimo de falta de confianza, pero también podemos verlo como una conducta que los protege a los dos.
[[*Autora de los libros Yo sexo, tú sexo, nosotros… (Grijalbo) y Cómo hablar de sexualidad con sus hijos (Paidós), entre otros.]]