Hoy quiero compartir mi Historia que es mi realidad y, desafortunadamente, es que tú también estés viviendo la misma realidad del cáncer de mama.
Cuando el cáncer apareció en mi cuerpo y en mi vida, ya era un viejo inquilino. Mi hermana Mónica había muerto precisamente de este mal. Así que su regreso me sacudió terriblemente. Los recuerdos de lo que Mónica había sufrido volvieron a hacerse presentes. Pero está vez ya no estaba dispuesta a que se saliera con la suya y se llevara también mi vida. Tengo un marido y dos hijos adolescentes a los que no quiero abandonar, también muchas motivaciones personales y por ningún motivo quiero irme de este mundo. Todavía no, no es mi tiempo, al menos no para mí.
Tuvieron que recurrir a la mastectomía radical, me quitaron 56 ganglios de la axila, por prevención, ya que fue muy a tiempo, porque fue un punto microscópico de cáncer, pero dados los antecedentes de mi hermana Mónica, ya que no sólo mi hermana y yo éramos víctimas de esta enfermedad en la familia, porque hacía un año que a mi papá le diagnosticaron cáncer de próstata y una semana antes de mi operación, a mi hermana Liliana la operaron de lo mismo. Desdichadamente a ella se lo descubrieron en una etapa más avanzada que la mía y tuvo que recibir quimioterapias. Yo, gracias a Dios, sólo necesité de la cirugía, porque fue detectado a tiempo.
Desde hace 15 años padezco de mastopatía fibroquística, así que cada año me hago la mamografía y voy a revisiones anuales con el oncólogo. Un año antes de mi diagnóstico de cáncer, me había salido una bolita del tamaño de una lenteja abajo del pliegue del pecho derecho, estaba dura y pegada en las costillas y sin ningún dolor. Me hice la mamografía acostumbrada y el doctor me pidió que la tuviera en observación y que nos viéramos en un año, que si había algún cambio fuera inmediatamente.
Al año me volví a hacer la mamografía. En ella me descubrieron dos bolas del tamaño de una uva en cada pecho y me asusté. La “lentejita” también seguía ahí y aunque me inquietaba, no me molestaba. Sin embargo, al doctor que me realizó el estudio la “bolita” que menos le gustó fue precisamente “la lentejita” así que me pidió que me realizara un ultrasonido. En todas las ocasiones en las que me había realizado el estudio, nunca había sucedido esto.
Me realizaron el ultrasonido y el doctor me dijo que las dos uvas eran quistes de agua, pero que a la “lentejita” había que hacerle una biopsia. En ese momento, frente a mí había un espejo y me dije a mi misma: “Estoy abierta a aprender de lo bueno o lo malo que Dios me mande” y por primera vez en mi vida me puse en sus manos.
Pero mi oncólogo no le dio demasiada importancia a la sugerencia de hacer una biopsia y me comentó que a la lentejita la tuviera en observación y que si me molestaba fuera a su consultorio y que ahí me la quitaba. Como no me quedé tranquila, saliendo del consultorio le dije a mi mami, sabes no me quedé muy convencida ya que las bolas mejor que vivan en los frascos y no en mi cuerpo, voy a pedir una segunda opinión. Pero la respuesta de otro doctor que consulté fue más o menos la misma.
No sé realmente a qué atribuírselo, tal vez la vivencia del destino de mi hermana Mónica, o el diagnóstico de mi hermana Liliana, o a la presencia de Dios, o a mi intuición, pero yo quería que me extirparan lo antes posible a esas “intrusas”. Insistí tanto que no hubo más remedio que intervenirme. Emocionalmente la espera me estaba matando.
En ese intervalo de tiempo fue cuando operaron a mi hermana Liliana (el lunes 24 de junio de 2001), y ese mismo día conseguí los datos de otro doctor y lo fui a ver el miércoles 26 del mismo año. Me acompañó mi esposo, le llevamos todos los estudios, y me dijo que aparentemente todo se veía bien, que en efecto tenía una mastopatía muy densa, pero con tratamiento iba a estar muy bien, y que las bolitas había que quitarlas; -yo le contesté; ¿cuándo?
Ya que reconozco que soy muy acelerada, -me dijo que no había prisa; -le dije que para mí sí la había; -me contestó que primero tenía que consultarlo con el oncólogo de su equipo, para ver con que se iban a encontrar, que no era tan sencillo; -entonces le dije, la semana que entra el martes, y mi esposo me comentó; -espérate a que te programen para el seguro de gastos médicos ya que ahorita no tengo dinero, -le contesté; -pues no me importa, por favor pide prestado pero esto no puede esperar, -el doctor contestó, que la podíamos programar para finales de agosto, -yo le volví a repetir que esto no podía esperar, todavía mi esposo me dijo; -no seas terca y necia, que no urge; -yo les conteste a los dos, que yo emocionalmente ya no podía esperar más, que para mi era urgente.