Las consecuencias de la enfermedad de la adicción son diversas, no solamente de tipo individual, es decir, la adicción repercute no solamente en el individuo, si no que éstas se extienden al ámbito familiar. En la medida en que todos los miembros de la familia sufren las consecuencias de la adicción, se desarrolla una dinámica patológica o disfuncional que lleva a que los patrones de comunicación e interacción se vean afectados o contaminados. Con frecuencia se habla de que cada enfermo adicto tiene junto a sí¬ a un codependiente.
Para Norwood, un codepeniente es quien ha desarrollado patrones enfermizos de relaciones con otros, como resultado de haber tenido una relación cercana con alguien que sufre la enfermedad del alcoholismo.
Beattie menciona que un codependiente es aquel que ha permitido que el comportamiento de otra persona le afecte y que está obsesionado en controlar el comportamiento de esa persona (Beatti, ). Lo cierto es que por lo menos algún miembro de la familia ha desarrollado una manera de subsistir ante una serie de conflictos consecuentes al consumo, intentando resolver problemas para mantener a la familia en cierto orden, siendo la codependencia una forma de interactuar con el consumidor de drogas.
Una característica del codependiente en su relación con el enfermo adicto es el poner en prácticas conductas facilitadoras, que favorecen la progresión de la enfermedad de la adicción (adicción al alcohol y a otras drogas). Conforme la enfermedad progresa, adquiere un papel cada día más importante en la vida de la familia. La preocupación de la familia por controlar el comportamiento del adicto, comienza a gobernar su estilo de vida y la dinámica del sistema familiar. Se apegan a situaciones destructivas, recurrentes y predeciblemente dolorosas, no obstante, continúan pensando que pueden controlar el comportamiento del adicto y eventualmente cambiarlo.