Después de meses de vacaciones ¡por fin llega el primer día de clases! Los niños llevan mucho tiempo en la comodidad de sus hogares disfrutando de la seguridad y estabilidad de su ambiente familiar y ahora, de un día a otro, viene un gran cambio que implica enfrentarse, sin sus padres, a un mundo nuevo y desconocido, lleno de retos y desafíos. Es un día significativo que despierta distintas emociones dependiendo de la personalidad del niño, como emoción, felicidad o hasta angustia y temor. La actitud de los padres y los maestros frente a este día también tiene un gran impacto sobre la forma en que el niño responde ante dicha situación.
Con frecuencia los padres se angustian más que el mismo niño, y esta angustia e inseguridad se transmite rápidamente. Los padres deben confiar en que su hijo va a estar bien, y hacer lo posible por no contagiarle esa angustia y dejar que poco a poco se vaya desarrollando por sí mismo. Ante esta nueva etapa, para algunas madres es difícil separarse de su hijo/a, por lo que ellas también deben prepararse, ya que a veces es tan necesario que el niño esté bien, y que la mamá con su actitud le refuerce que todo estará bien.
Es importante preparar, desde la noche anterior, todo lo necesario para el niño: útiles, ropa, etc., con el fin de evitar retrasos y sentimientos de angustia extra, el mismo día por falta de organización. El niño debe descansar lo suficiente para estar preparado para ese día lleno de emoción que está por llegar. Asimismo, es importante crear una rutina para darle más seguridad y estabilidad.
Por otro lado, es fundamental que los padres tengan comunicación constante, sincera y abierta con los hijos acerca de todo lo que implica este día y el proceso que se va a ir desencadenando desde ese momento, lo que van a hacer y aprender durante el año para así motivarlos ante esta nueva experiencia.
Para calmar la angustia y la incertidumbre, se puede ir a la escuela antes del primer día para que el niño se familiarice con el nuevo ambiente, el nuevo espacio y, de ser posible, conozca a la maestra, lo cual le brindará más seguridad y hará que disminuyan los nervios en espera del primer día.
De ser posible, ese día es bueno que los padres acompañen al niño hasta el salón de clases lo cual le creará seguridad y recogerlo a tiempo a la hora de la salida, para evitar que se angustie al ver que los compañeros se van.
Puede ser que el niño/a tema la separación y el abandono, y esto provoque una despedida con lloros y sentimientos de angustia, en este caso, si no hay una razón justificada, se sugiere dejar a los niños en la escuela y no regresarlos a la casa. No hay que humillarlos ni asustarlos diciendo cosas como que se van a reír los compañeros o la maestra si lo ven llorar.
Después de tranquilizarlo lo más posible es recomendable dejarlos en la escuela donde se irán acoplando a medida que pase el día y se darán cuenta que no es tan trágico como se imaginaban. Asimismo, es importante no mentirles y decirles que regresan en “5 minutos”, porque esto crea más angustia en el niño, ya que a esta corta edad todavía no tienen bien desarrollada la noción del tiempo y pasan horas con la expectativa de cuándo van a regresar sus papás. Lo cierto es que con el tiempo se irán acoplando al nuevo ambiente, y adaptándose a la rutina diaria y a las actividades dentro de la escuela.
Algunos pueden manifestar quejas físicas como dolor de estómago o cabeza, debido a la angustia. Los padres deben mantener la calma y apoyar constantemente a sus hijos durante la primer semana. y no regañarlos, ya que esto puede deberse a que les está siendo difícil lidiar con esta situación nueva y desconocida.
No obstante, las maestras juegan un papel fundamental en la adaptación del niño a la escuela y al ambiente dentro del salón de clases. Idealmente debe ser un ambiente agradable, de confianza y positivo para el niño, donde pueda sentirse contento, cómodo y sobre todo seguro. De esta forma, la adaptación a la escuela será más fácil y rápida, lo que se verá reflejado en su rendimiento académico en el futuro.
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