Mi vida, no traes la tristeza en la cara, ni en el cabello ni en las uñas. Te falta el tacto para sentirla en todo el cuerpo; porque se te nota, a ciegas, en el alma. Y no es un día perdido el que sientes que ha pasado, son años sin vivir, sin preocuparte por algo que no sea tu propio miedo.
Hay rincones rotos, espacios negros, sombras desgastadas y partes pisoteadas en todo tu ser, ¿no te das cuenta? La fuerza se te está agotando.
Siéntete sola, porque lo estás, cariño. Y no andas reanimada para seguir de pie, por eso siempre te veo sentada, en cualquier lugar. No trates de maquillar tu dolor, todos lo vemos a kilómetros de heridas tuyas.
Has dejado sangre por todo el piso, límpiala, corazón, porque huele mal, se ve terrible y nadie te abraza cuando la reluces. Parece que sangras más seguido, sin miedo y con toda la confianza que no te permites tener. Pues bien, sangra todo lo que puedas, mi niña, que algún día vendrá la muerte cuando te quedes sin ella.
En el sueño no encuentras consuelo, porque vuelve a amanecer. Y lloras, cada vez con más fuerza para que te escuche alguno que otro muerto que también ha perdido el camino. Y sufres. Sufres porque duele estar vacía, porque la muerte llegó ya hace bastante y no quiere dejarte.
Cariño, traes la tristeza revoloteando arriba de tu cabeza, deberías ocultarla con un sombrero para que la gente siga pensando que eres feliz[.]