Los seres humanos actuamos casi siempre en automático, y frases como ‘Los seres humanos nacen, crecen se reproducen y mueren’ las llevamos tatuadas en el cerebro, por ello consideramos que nuestro destino final es casarnos y formar la Happy family pero, ¿a todo mundo le pasará lo mismo? ¿todo mundo querrá juntarse para vivir ‘Hasta que la muerte los separe’? Si hacemos un pequeño esfuerzo veremos que eso es parcialmente cierto. Hay personas a las que no se les antoja casarse y otras que no quieren tener hijos; piensen en los sacerdotes, bueno, mejor piensen en otros individuos que por las razones que gusten y manden prefieren permanecer solteros o solteras. Por las razones que gusten y manden, hay personas que prefieren permanecer solteros o solteras.
Los antecedentes de la pareja podemos buscarlos en otras especies; por lo que toca a las relaciones sexuales, es indispensable la existencia de un periodo de celo, estro o brama, durante el cual los machos se exhiben, pavonean y a veces hasta contienden para salir triunfantes y permitir que las hembras escojan al ejemplar con el que se cruzarán. ¿Qué tanto hemos cambiado?
Bronislaw Malinowsky, románticamente señala respecto a unas aves … el hecho de que la hembra deje de ser atractiva para otros machos mientras su compañero permanece unido a ella constituye la unión matrimonial de los animales”. No obstante, hay machos capaces de reunir una gran cantidad de hembras y lucharán (inútilmente) para que ningún otro espécimen se acerque a cualquiera de ellas. También podemos encontrar hembras, capaces de relacionarse
con varios machos sin que se altere la armonía de su entorno. Los Bonobos, (Pan paniscus), son chimpancés que tienen modelos muy interesantes pues en los grupos (dirigidos por hembras), la violencia es desconocida; cuando surgen situaciones tensionantes: se acaricia, acicalan, simulan la cópula o copulan pero no se agreden, parece que ellos SÍ pusieron en práctica aquella consigna de los sesentas ‘Haz el amor no la guerra’.
Los seres humanos nos reproducimos igual que lo hicieron nuestros más remotos antepasados, es decir, lo biológico no se ha alterado, lo que cambia es lo sociocultural; lo anterior significa que los humanos se unen de muchas formas, que no existe una disposición innata al matrimonio y que más bien se constituye como una presión social. Malinowsky, incluso dijo «… en la mayor parte de las sociedades, tanto en el bajo como en el alto nivel cultural, el hombre se niega a responsabilizarse de sus hijos a menos que la sociedad, que hace cumplir el contrato de matrimonio, lo obligue a ello», (Manilowsky, 1974). Se vislumbran cambios positivos.
En la actualidad y en la mayoría de nuestro territorio, la gente se empareja voluntariamente y, cuando las cosas no funcionan, tienen el derecho de separarse o divorciarse en el supuesto de que estén casados.
La pareja funciona mejor cuando esa vivencia se sustenta tanto en el amor como en el respeto; donde las desavenencias se enmienden en el momento oportuno pues los instintos o automatismos habrán dado paso a las responsabilidades y al liderazgo compartidos.
Médico cirujano.
Sexólogo educador.
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