noviembre 25, 2024

De la edad, ni me preguntes

Rebeca Aguado
Rebeca Aguado

Una de las ventajas de vivir en la era actual es que ya no somos esclavas de ciertos ideales estereotipados y que empezamos a reclamar nuestro derecho a envejecer. Eso dicen, y aplaudo la idea, pero del dicho al hecho hay muuucho trecho. Rechazo la imposición de cánones de belleza ajenos: delgadas y eternamente jóvenes. Sin embargo, sufro porque soy más bien gordita y porque los años se me están viniendo encima.

Siempre me he reído de las actrices que se quitan años y cambian su fecha de nacimiento en cada entrevista, como Melanie Griffith, quien hacía mentir a su ex Don Johnson respecto a su edad. Él, para no meter la pata, siempre respondía: “Soy ocho años mayor que Melanie”.

Una y otra vez me digo: lo que cuenta es lo que eres, no lo que aparentas. Claro que esto lo pensaba cuando tenía 10 años menos. Ahora sigo creyendo que la edad no importa… siempre y cuando hablemos de la edad de los demás. La mía es un asunto demasiado delicado.

Tengo 23 años y no me importa que lo sepan. Buuueno, siendo sincera, la verdad es que tengo 28, pero parezco de 23. Y ese es un problema: pensar que soy más lo que aparento que lo que tengo.

Cuando cumplí 26 empecé a ser un tanto quisquillosa en este tema. A los 27 estuve trabajando con una mujer 20 años mayor que yo y no paraba de repetirme lo afortunada que era de ser tan joven. El tiempo pasó y ahora mis compañeras son 10 años más jóvenes que yo, chavas que hablan de músculos, de chavos, y de novios “rucos de más de 30”. De repente me sentí como la prima de Matusalén.

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Mi amiga Flor fue consciente de sus 30 años cuando anduvo con un chavo de 24. La verdad ella se ve mucho más joven y todos sus amigos, menores de 30, siempre han creído que es más o menos de su edad, así es que tampoco ha hecho mucho por quitarles esa idea. Le apena decir su verdadera edad.

Mentir acerca de la edad es, además, una verdadera mortificación: no sólo se trata de recordar qué edad dijiste tener, sino que debes remodelar por completo la historia de tu vida involucrando hasta a tu familia, y debes tener muy buena memoria para recordar cuándo saliste de la universidad para que cheque con tu mentira.

Las presiones laborales también nos impulsan a mentir acerca de nuestra edad. Muchas mujeres de 30 ó 40 se ven… y se van desplazadas de sus trabajos por chicas más jóvenes. Y qué me dicen de los trabajos en los que no se admiten mujeres de más de 30, dejando de lado toda su experiencia y potencial.

Además, las mujeres no nos hacemos un favor si permitimos que se nos valore por nuestra apariencia. Es cierto que somos libres de realizarnos a cualquier edad, pero tenemos que estar en buena forma. Sin embargo, el hecho de estar más jóvenes a base de dietas, ejercicio y operaciones de cirugía estética sólo nos complica las cosas.

Las actrices y modelos que anuncian cremas antiarrugas y tintes de cabello para cubrir canas, sólo han visto patas de gallo en las pollerías, y las canas sólo cuando se decoloran el cabello, porque son chavísimas. Pero logran el efecto psicológico deseado en las consumidoras mayores: quiero comprar esa crema o teñirme con tal marca para verme igual.

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Por fortuna, es un hecho que hoy no todas consideran la edad como algo terrible, porque honestamente una mujer madura tiene mucho que ofrecer: si te sientes segura, obtendrás las cosas más fácilmente que aquéllas que enfocan toda su energía a ser siempre deseables para los hombres.

Después de estas reflexiones, me di cuenta que no estoy tan obsesionada con la edad como creía. Durante los últimos cinco años he tenido un gran control en mi vida. Compagino mi trabajo, mi vida familiar, amorosa y social. Ya no tengo las dudas sobre quién soy o a dónde voy como cuando tenía 20, e incluso tengo una vida sexual más satisfactoria porque sé lo que quiero y no me avergüenza pedirlo; así que imagínate qué bien me sentiré a los 40 o a los 50.

Ahora sé cómo lograr las metas que me tracé; creo que estoy mejor. No más joven, pero sí más a gusto conmigo misma. Si nos obsesionamos con estar o parecer más jóvenes de lo que realmente somos, puede ser que nunca disfrutemos las ventajas de que goza una mujer madura. ¿Y no es seguridad lo que más anhelamos cuando somos jóvenes?

Lo ideal sería que viviésemos a gusto con nuestros años, y eso es algo que podemos empezar a hacer desde hoy mismo. Negar nuestra edad es negarnos a nosotras mismas, es no aceptarnos. Quizá haya mucho de aquello que decía Albert Camus: “las mujeres que mienten sobre su edad es que no están conformes con su vida”.

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