Emergencias de salud inesperadas como la reciente pandemia de COVID-19 representan una gran demanda para los sistemas de salud que deben atender a las personas enfermas; demandan también el máximo esfuerzo de los profesionales de la salud y de todo el personal sanitario y por supuesto -aunque menos evidente-, representan una amenaza a la salud mental de la población derivada del alud de noticias locales e internacionales, los mitos alrededor de la enfermedad y el temor de contraer el virus.
Pero ¿sabías que este fenómeno no es nuevo? Y es que durante el brote de Ébola en el 2014 y 2015, los habitantes de Sierra Leona experimentaron un aumento de problemas de salud mental y psicosocial, los cuales se paliaron a través del desarrollo de planes para crear unidades de salud mental dentro del marco hospitalario existente. El personal de salud asistió a talleres de bienestar mental para lidiar con el estrés y el estigma de esta enfermedad.
Hoy, frente al COVID-19, nuestra salud física se ve amenazada, pero también nuestro bienestar mental.
Casos como el de Sierra Leona nos dejan lecciones que podemos aplicar en este momento y por ello, la Organización Mundial de la Salud publicó la guía “Consideraciones de salud mental durante el brote de COVID-19”, que incluye recomendaciones para grupos específicos como trabajadores de la salud, cuidadores de niños, adultos mayores y personas en aislamiento, entre otros.
Por su parte, la Federación Internacional de la Cruz Roja, UNICEF y la OMS lanzaron el documento “Estigma social asociado con COVID-19”, destacando que en el contexto de salud, el estigma social es la asociación negativa de una persona o un grupo que comparte ciertas características y una enfermedad específica. En un brote como el actual, el estigma puede significar que las personas sean etiquetadas, estereotipadas y discriminadas, al punto de recibir un trato por separado y afectar su salud, así como a sus familiares, cuidadores, amigos y comunidades.
El reto que hoy enfrentamos también es una oportunidad para fortalecer nuestros sistemas de salud, nuestras prácticas individuales y nuestra preparación para futuras emergencias de salud. Todos tenemos un papel que desempeñar para cuidar de nuestra salud física y mental y la de los que nos rodean.
Con información de AMIIF.