El miedo es una emoción con la que nacemos, es un sentimiento que a lo largo de la vida, se puede ir modulando a través de la educación, la familia, el medio social, cultural, etc.
Generalmente, el miedo provoca un sentimiento desagradable que se genera a causa de la percepción de un peligro que puede ser real o imaginario, que puede ser presente, pasado o futuro. Se trata de una emoción primaria que se presenta ante una situación de riesgo o amenaza.
Los miedos empiezan a aparecer en niños de 3 a 6 años aproximadamente. A esta edad el niño todavía no logra distinguir la diferencia entre el mundo real y el mundo de sus fantasías; es por esta razón que los niños van conociendo diferentes personajes a través de cuentos, películas, libros, etc., como es el caso del “coco”, que no es más que un producto de la imaginación.
El miedo se presenta cuando el niño se da cuenta de que hay cosas que no puede controlar y empieza a ser consciente de los peligros que lo rodean. Es una señal de “alarma” que, a largo plazo, ayuda a detectar la existencia de alguna situación de peligro.
Debido a que los niños no distinguen el mundo real del mundo imaginario, temen a criaturas monstruosas como es “el coco”. La “fuerza mágica del Coco” se refiere precisamente a su “desdibujo”, es decir, que no tiene una imagen que lo represente. Es un “producto” que se crea, dependiendo de la imaginación de cada persona; aunque esté rondando las habitaciones… nunca aparece. Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores, sus paredes objetivas que lo defiendan de éste y de otros peligros mayores, porque no tienen explicación posible. Pero no hay tampoco duda de que el niño lucha por “desenmascarar” esa abstracción y es muy frecuente que llame «cocos» a las formas extravagantes que, a veces, se encuentran en la naturaleza. Al fin y al cabo, el niño es libre de poder imaginárselo. El miedo que le suscite “el coco” depende de su fantasía y puede, incluso, sentir simpatía por él” (Federico García Lorca).
Es por ello que, cuanto más pequeños son los niños, más irracionales son los miedos. Hasta que desarrollan su capacidad de razonar (alrededor de los 10 años) los miedos son más reales; por ejemplo, el miedo a los ladrones, a la pérdida de seres queridos e, incluso, a la muerte, entre otros.
Estrategias para combatir el miedo:
4 – 5 años – Contarles un cuento inventando algo, un objeto más cercano y conocido por el niño, que sea como una “varita mágica” que le dé seguridad. Por ejemplo: en la historia de Dumbo, a éste le dio más seguridad saber que para volar sólo tenía que llevar la plumita mágica y así perdió el miedo a hacerlo.
6 – 7 años – Acompañar al niño ante el miedo, para transmitirle seguridad, a través de juegos, por ejemplo. Enseñarle con paciencia que su miedo no es real, abriendo, por ejemplo, la puerta del armario para que el niño compruebe con sus propios ojos que no hay nada ahí.
8-10 años – Explicarle al niño ese sentimiento de miedo así como alternativas para hacerle frente. Es importante que el niño se sienta apoyado en todo momento y hacerle ver que su miedo no tiene sentido, que opine e invente una solución, con el fin de terminar con su miedo. Si a pesar de ello el miedo en el niño continúa, es importante llevarlo a alguna terapia emocional, ya que si este miedo no es elaborado, puede permanecer presente en la vida del niño hasta la edad adulta. Incluso, en algunas ocasiones, no hay consciencia del miedo que se tiene, por lo que se corre el riesgo de que se convierta en una fobia, ante la cual el mismo adulto puede paralizarse y no entender qué es lo que le está sucediendo. No obstante, hay que respetar los miedos que los niños pueden sentir, evitando frases como: «Eres tonto por tener miedo. No seas mentiroso. No te creo». Un miedo siempre es algo verdadero y real para el que lo tiene. En este sentido, cuanto más apoyado y respetado se sienta el niño, mayor será la probabilidad de que supere sus miedos.
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