Una concepción diferente, auténtica y con fuerte dosis humana de la relación madre-hijo, la encontramos en Transamérica, una producción independiente estadounidense, de bajo presupuesto y escasa promoción, que ya está disponible en video, donde lamentablemente languidece perdida en los anaqueles de los video clubes. En verdad vale la pena esta cinta por su reveladora visión sobre la compleja relación entre un travesti, obsesionado en realizarse una operación de cambio de sexo, y su hijo adolescente al que prácticamente no conoce y con quien, por peculiares circunstancias, debe convivir.
Es un drama profundamente intimista que se adentra con hondura en el interior del alma humana y en la psicología de un personaje singular: el ser humano que decide enfrentar todos los obstáculos, los convencionalismos morales y la presión social para revertir el sexo que la naturaleza le dio. Lo que se construye es un testimonio de la identidad individual y al mismo tiempo, el filme ofrece una visión social que induce a una reflexión sobre qué es, cuáles son las barreras y los límites, y qué es lo que define los vínculos maternos.
Asimismo, Transamerica posee el valor de la mirada de tolerancia y el respeto a la diversidad sexual, lo cual logra con objetividad y agudeza a través de un relato que transpira honestidad, evitando caer en excesos, lo cual -sin duda- es un mérito en sí mismo.
El filme no está exento de baches argumentales y de un cierto aire de impericia por parte del debutante director Duncan Tucker, pero en general mantiene un esquema de solidez que le permite conservar un grado de interés permanente y sobre todo, su importancia como retrato de la esencia humana.
La película se enriquece con la intensa actuación de Felicity Huffman, la misma actriz de la popular serie televisiva Desperates Housewives, cuya interpretación le valió ser nominada al Oscar como mejor actriz, además que le hizo ganar el Globo de Oro como mejor actriz de drama.