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Hablar de menstruación ya no debería ser un tabú. Al contrario, es urgente y necesario para cuidar nuestra salud física, emocional y mental. Y si aprendemos a escuchar lo que nuestro cuerpo nos dice a lo largo del ciclo, podemos ajustar nuestra alimentación, movimiento y descanso para sentirnos mejor todos los días.

La clave está en comprender que no somos lineales: nuestras hormonas se mueven en un ciclo mensual dividido en cuatro fases —folicular, ovulatoria, lútea y menstrual—. Cada etapa tiene sus propias necesidades, y atenderlas con hábitos específicos puede marcar una gran diferencia.
Fase folicular:
Después del sangrado, el cuerpo se reinicia. Aquí lo ideal es apoyar la desintoxicación natural con vegetales crucíferos como brócoli y coliflor, cereales integrales y plantas como el diente de león. Todo lo que ayude al hígado será bienvenido.
Fase ovulatoria:
La energía sube, y también la necesidad de proteger la fertilidad. Es un buen momento para consumir antioxidantes y alimentos antiinflamatorios: frutos rojos, hojas verdes, semillas de calabaza y alimentos ricos en zinc.
Fase lútea:
Se vuelve una etapa más introspectiva y emocional. Es importante estabilizar la glucosa con alimentos que no disparen el azúcar y sumar suplementos naturales ricos en magnesio, triptófano y vitamina B6, aliados del sistema nervioso.
Fase menstrual:
El cuerpo pide descanso. Aquí es clave nutrirse con alimentos que ayuden a reponer energía y reducir la inflamación: caldos, jengibre, carnes ricas en hierro y Omega-3.

Este enfoque funcional del ciclo menstrual nos invita a dejar de verlo como una molestia, y empezar a vivirlo como una brújula interna. Con información, herramientas prácticas y un poco de atención, cada fase puede convertirse en una oportunidad de conexión y autocuidado.
Habitar el ciclo con consciencia no solo es posible, es poderoso.
Con información de INTIMINA.