Por Dra. Elizabeth Pérez Ochoa. La visita al ginecólogo debe ser una experiencia de apertura y confianza, de autoestima y honestidad pues no se acude al ginecólogo sólo por embarazo o porque existen molestias, por ello, desde el interior de las familias se debe propiciar más que nunca una cultura de auto cuidado y conocimiento personal para detectar cualquier alteración.
La vida de las mujeres ha cambiado vertiginosamente desde hace varias décadas. Hoy podemos estudiar y especializarnos, ejercer distintos roles a la vez, disfrutar de nuestro cuerpo y nuestra libertad, pero a la par, tenemos a nuestro alcance más adelantos médicos para cuidar de nuestra salud, así como un cúmulo de información para identificar cuando algo no está bien.
No resulta tan fácil acudir a una consulta y hacer del médico un “confesor”, sin embargo, es importante para el o la especialista, conocer los antecedentes y el comportamiento sexual de la mujer que acude a consulta: si tiene o ha tenido relaciones sexuales con más de una pareja, con qué frecuencia, si usa algún método anticonceptivo o si ha tenido abortos. Estos datos pueden ser la diferencia entre vivir en peligro latente de alguna enfermedad, presentar problemas de infertilidad cuando se desea el embarazo e, incluso, poner la vida en riesgo.
En este sentido, un aspecto generalizado en torno al cual no se tiene mucha información es el periodo menstrual, del cual se sabe que es la liberación de flujo sanguíneo cada 26 a 32 días y que provoca una serie de síntomas que van de cambios de humor hasta intensos dolores llamados cólicos.
Es importante saber que cada 28 días, se presenta un sangrado que dura de 2 a 6 días, cuya cantidad es mayor los primeros dos días con un promedio de 90 a 120 mililitros de liberación de flujo durante el periodo, considerando que la capacidad de las toallas femeninas regulares es de 10 a 15 mililitros se puede contar con un parámetro, cantidad puede variar por factores como el hormonal. El ciclo dura 28 días contando desde el primer día de la menstruación, con periodicidad constante y regular.
La sangre menstrual no debe coagular, pues es tejido endometrial, que cubre la cavidad del útero y se desprende mes con mes, crece por influencia hormonal y si no hay fertilización ni implantación se desprende para formarse de nuevo y estar en óptimas condiciones para anidar a un óvulo fecundado.
Cuando se presenta coagulación puede significar que hay flujo del torrente sanguíneo a nivel del útero o bien, porque puede haber alguna lesión como miomas o pólipos.
La contraparte es el retraso de la menstruación o su ausencia, también llamada amenorrea, lo cual puede revelar problemas como la anovulación que se puede deber a la presencia de quistes en los ovarios (ovarios poliquísticos) o a la elevación de la hormona prolactina, que se produce durante el embarazo y la lactancia, y que puede ser producto de una lesión en la hipófisis. El estrés, el exceso de ejercicio, tomar antidepresivos e ingesta de algunos medicamentos, también pueden incidir en la alteración del periodo menstrual, por lo que es fundamental consultar con el especialista.
Otro rubro que no debe pasar inadvertido es lo relacionado con las enfermedades de transmisión sexual, pues ante la presencia de agentes patógenos o infecciosos el sistema inmunológico de autoprotección se activa, pero a veces el organismo no es suficiente para eliminarlos por completo, los gérmenes siguen actuando, ascienden a más estructuras del tracto genital y llegan a las trompas, estos gérmenes van dañando los tejidos y en este mecanismo de defensa del organismo los procesos que intervienen y que actúan para eliminar la infección también pueden provocar lesiones o cicatrices llamadas fibrosis, que a su vez producen oclusiones en la trompa que tiene un diámetro diminuto lo que puede ocasionar infertilidad.
Riesgos mayores los encontramos en enfermedades como el Virus del Papiloma Humano y el Virus de Inmunodeficiencia Humana que si no se detectan a tiempo, pueden comprometer la vida de quien adquiere estas formas de invasión que pueden tardar años en detectarse y en algunos casos cuando ya es tarde.
En la actualidad se han modificado los patrones de sexualidad, la conducta de tener varias parejas, experimentar distintas prácticas o juegos , ingerir medicamentos, alcohol o drogas son factores de riesgo, por lo que se recomienda cuando menos una visita anual con el especialista para una revisión general que incluye exploración de los senos, ultrasonido pélvico para observar las características y dimensiones de los ovarios y del útero, la toma de Papanicolaou, el cultivo de secreciones vaginales y algunos estudios específicos; si al conformar la historia clínica se detecta esta necesidad, por lo que al asistir con el ginecólogo o ginecóloga es tan importante que la consulta se tome de preferencia sola, hablar abiertamente al responder a todas las preguntas, éstas son revelaciones que salvan. Finalmente verás que al salir del consultorio te sentirás realmente mejor.
* La Dra. Elizabeth Pérez Ochoa es egresada de medicina por la Universidad La Salle. Especialista en gineco-obstetricia por el Centro Médico La Raza. Ex jefe del servicio del Hospital de Ginecología y obstetricia en el Centro Médico la Raza. Colposcopista. Certificada por el Consejo Mexicano de ginecología y obstetricia. Forma parte de RedCrea, Medicina Reproductiva. www.redcrea.com.mx