Por Karina Reynoso, sexóloga clínica, integrante de Vínculo Colectivo.
El erotismo es tan hermoso como es enigmático, parece algo que todas las personas conocemos, sin embargo, al momento de voltearlo a ver, no sabemos con qué se come, qué colores tiene, qué clase de experiencias nos puede ofrecer.
Y con todo y todo, lo rememoramos constantemente al momento de revisar cómo son nuestras relaciones sexuales, y que llegamos a la conclusión de que necesitamos que esté presente de una forma más constante, sin embargo, no sabemos nada respecto.
La pregunta interesante sería ¿Por qué parece que desconocemos tanto sobre nuestro propio erotismo?
Esa respuesta viene de una forma bastante sencilla: no sabemos realmente diferenciar entre erotismo y relaciones sexuales, pero a su vez, sentimos ese “no se qué que qué se yo” que nos hace falta incorporar en nuestras vidas. Una parte de nosotras nos lo pide a gritos, ese algo que va más allá de las penetraciones, del sudor y demás fluidos corporales.
Y es que para entender por qué no solemos hacernos estas preguntas, y antes de dar una definición de erotismo, es importante conocer las circunstancias que influyen para que no hablemos de erotismo.
Revisemos, por ejemplo, nuestra percepción de lo que es una relación sexual. Ese intercambio corporal con la persona que elegimos parece más bien algo mecánico, es decir, satisfacemos deseos a partir de un par de contracciones que decidimos llamar orgasmos, y que muy probablemente, no van más allá de eso.
Exacto. Hablamos de juego previo, de besos y caricias, pero vistos justo desde ese punto mecánico de la vivencia del erotismo.
Porque si nos remontamos a distintas experiencias sexuales que hemos acumulado a través del tiempo, no siempre se atiende esa cuestión de sensaciones y sentimientos, o al menos no tanto como nos gustaría, y para este punto en particular, llega un factor determinante: la pornografia.
En la pornografia, que fue y ha sido para muchas personas, la primera fuente de educación sexual, lo mencionado antes (sensaciones y emociones) no podemos verlo tan fácilmente, sobre todo si vemos la pornografia “convencional”.
Uno de nuestros primeros acercamientos está colmado de expectativas en relación a la sexualidad, más específicamente al coito, donde parece que actores y actrices van directo al grano, a la intempestiva penetración, que parece que por sí sola, logra orgasmos impresionantes con cada penetración, cuando en realidad la vida funciona de otra manera.
Y no se busca en este artículo “satanizar” a la pornografia, simplemente fomentar el consumo crítico de ésta, sobre todo si lo que se busca es definir erotismo, que no encontraremos en todos los géneros del porno.
Por otro lado, dentro de una revisión socio-cultural, podemos encontrar un castigo heredado al disfrute y al placer, particularmente en las mujeres, donde las relaciones sexuales deberían ser únicamente por fines reproductivos, y no por razones de placer.
Si bien esta visión se ha ido modificando a través del tiempo, sigue estando presente que el contactar genuinamente con nuestras sensaciones corporales, es un tema tabú que influye directamente en el erotismo, o en esta resistencia a trabajar con el erotismo.
Tenemos que tomar en cuenta que parte de dicha resistencia al erotismo, tiene que ver con autoimagen, autoestima y autoconcepto. ¿Cómo? si no nos sentimos a gusto con nuestro propio cuerpo, nos será más complicado (no imposible) considerarnos personas con potencial erótico.
Se siente más como que el cuerpo debe ser escondido, y utilizado solamente para momentos muy particulares de nuestra vivencia sexual, ya sea solas, en pareja o con múltiples parejas.
Se puede sentir ese juicio que viene desde lo “socialmente hermoso” que nos separa de sentirnos eróticas, por alguna o varias (o muchísimas) inconformidades que solemos tener con nuestros cuerpos.
Hasta ahora, hemos podido ver que en efecto, el no considerar el erotismo en la ecuación de las relaciones sexuales, vuelve al acto mecánico y libre de sensaciones, y luego nos preguntamos por qué existen tantas disfunciones sexuales, cuando constantemente castigamos nuestro propio derecho de sentir placer.
Y justo aquí, es donde una definición de erotismo nos viene como anillo al dedo. Ya que esa parte que sentimos que nos hace falta, nos la puede solucionar el mismo.
El erotismo, para fines prácticos, tiene que ver con las sensaciones y emociones que intervienen en el acto sexual, y que no necesariamente terminan en coito o modalidades convencionales del contacto sexual.
Involucra olores, sabores, texturas, colores. Involucra perderse en una misma, en la otra persona y en la experiencia. En sentir nuestros cuerpos, y sentirnos deseables y sensuales. Involucra la validez de nuestros sentimientos, los que estos sean, y a su vez tener en consideración los de la otra persona.
Y no solo es, el erotismo está íntimamente relacionado con las formas artísticas, como la danza, la pintura, la fotografía. Como se decía anteriormente, la vivencia del erotismo no se tiene que tener en coito, al menos no como parte esencial y forzosa. El erotismo lo vivimos también con nosotras mismas, mucho más constantemente de lo que nos podríamos llegar a imaginar.
De ahi la importancia de separar el erotismo de las relaciones sexuales, no porque no vayan acompañadas, sino porque nos ayuda a entender esa parte que sentimos que nos hace falta, y que contactarla termina siendo una experiencia que trasciende en nuestras vidas de manera genuina.
El erotismo tiene tantos colores ¿Por qué conformarnos con el gris?