¿Quién dice que para disfrutar de una vida sexual satisfactoria hay que ser delgada y medir 90-60-90? Las imágenes que aparecen en los medios y los mensajes que recibimos parecen repetírnoslo todo el tiempo. Tanto, que nos lo acabamos creyendo y a la hora de la hora nos sentimos menos atractivas y hasta sin derecho a ser deseadas, y en lugar de centrarnos en pasarla bien y dejarnos querer, nos estamos preocupando porque no nos toquen la lonjita o que no vaya a entrar un rayo de luz por la ventana que deje ver algo de nuestra desnudez.
Es más, podríamos decir que muchas veces es esa preocupación la que mata la pasión de la pareja y no nuestra figura. En serio. Hace poco le oí decir a una mujer con sobrepeso que tenía un problema en su intimidad, porque cada vez que su marido quería tener relaciones sexuales, su señal era ponerle la mano sobre el vientre, y ella inmediatamente se sentía incómoda de que le tocara la panza ⎯que ella percibía como muy poco atractiva⎯ y la discusión empezaba. Total que el preludio de pasión terminaba en conflicto aunque él afirmara que ella le gustaba tal y como era.
Los temores y la inseguridad no sólo aparecen en el momento de la desnudez. En la vida cotidiana, hay mujeres que por su sobrepeso sienten que no encuentran ropa que las haga ver bien, que sea bonita o sexy y se sienten inadecuadas de sólo pensar en ponerse ropa interior de encaje, un negligé o cualquier prenda que insinúe su intención de verse atractiva.
Lo ideal, por salud, es no tener sobrepeso, pero sentirnos incómodas por ello no siempre ayuda. Con frecuencia se va haciendo una especie de círculo vicioso en el que nos vamos retrayendo porque no nos sentimos atractivas ni con posibilidades de generar interés, nos auto-castigamos ⎯muchas veces con eso mismo que nos hace sentir poco atractivas y, que además, achacamos a nuestra falta de voluntad⎯ y nos ponemos a comer en mayores cantidades con lo que nos deprimimos más y el círculo sigue.
Obviamente la causa de ese círculo no es la sexualidad, pero no podemos negar que sí interviene. Especialmente cuando no es satisfactoria y sentimos que no podemos disfrutarla. Digamos que es como echarle más leña al fuego y una razón más para castigarnos.
¿Y si por un momento, cuando estamos en plenos besos y caricias, nos olvidáramos de todo eso y nos dedicáramos simplemente a disfrutar y compartir sin pensar en lo que no queremos que se nos vea o que nos noten? No estaría mal hacer la prueba.
Pero ¿En qué nos podemos centrar, sobre todo si invariablemente parecen atacarnos de manera automática los temores y las imágenes de aquellas partes del cuerpo que no nos gustan? Mmmh… he aquí algunas ideas.
Déjate llevar
Para empezar podríamos desconectarnos de todas las preocupaciones que acechan nuestra mente y percibir lo que llega a nuestros sentidos. Es decir, olores, sensaciones, sonidos y hasta sabores. Si nos llegan imágenes no deseadas, sólo mirémoslas un momento y dejémoslas ir, pero no pongamos mayor atención.
¡Que rico hueles!
Los olores ayudan mucho a la excitación. El olfato está íntimamente ligado con el deseo y se supone que cuando perdemos ese sentido, también podemos ver alteraciones en el apetito sexual. Así que podríamos probar ver qué nos pasa cuándo tratamos de percibir los aromas del entorno y el momento. ¿El olor de nuestra pareja estimula la excitación?
¡Tócame!
El tacto ⎯creo que no es necesario que lo diga⎯ es primordial. Sentir el contacto de unos labios, de la pierna del otro pegada a la nuestra, su mano en la espalda o en el pelo, las texturas y hasta la temperatura, despierta muchas sensaciones placenteras. Además, hace que se liberen sustancias químicas que actúan a nivel cerebral provocando esa sensación de cercanía y bienestar y que fortalecen el vínculo entre ambos. En esta y cualquier otra circunstancia, el contacto físico fortalece la seguridad en sí mismo y la autoestima, así como la buena salud. Fijémonos en qué nos provocan esos contactos y disfrutémoslos entonces.
Siento tu respiración
También podríamos centrarnos en el sabor de un beso y en el sonido de la respiración. Y te aseguro que si ponemos realmente atención en eso, en lo que está pasando y lo que estamos percibiendo con cada uno de los sentidos, las posibilidades de que nos distraigamos con detalles como “qué va a pensar”, “me gustaría verme diferente” o “qué gorda estoy” tendrán mucho menos cabida.
Y además, si volvemos al punto del círculo vicioso, seguramente disfrutar la sexualidad con nuestra pareja nos quite esa sensación de no ser atractivas, aunada a la necesidad de auto-castigarnos, que nos llevan a comer y luego decir, ¡qué gorda estoy!
La capacidad de disfrutar no tiene medida, sólo dejémonos sentir y olvidemos lo demás.