A lo largo de la historia de México, las mujeres han enfrentado barreras significativas para acceder a servicios de salud pública. Estas limitaciones son producto de desigualdades sociales y culturales que han perpetuado la discriminación de género en el ámbito sanitario.
Salud pública y los desafíos
Aunque se han logrado avances en la promoción de la equidad, aún persisten desafíos que impiden el acceso igualitario a la salud. En México, las mujeres representan una parte sustancial del personal de salud. Según datos del reporte de Data México 2023, el 50.4% de los especialistas en salud son mujeres, superando ligeramente al 49.6% de hombres en este sector.
Sin embargo, esta representación no se traduce en posiciones de liderazgo. Lo anterior ya que solo el 6% de las mujeres en el sector salud ocupan puestos directivos. Esta disparidad refleja la necesidad de integrar una perspectiva de género en la salud pública para garantizar igualdad de oportunidades en todos los niveles.
En cuanto a la falta de acceso a servicios de salud pública de mujeres mexicanas sigue siendo una realidad imperante. En 2022, el 37% de las mujeres carecía de acceso a estos servicios, una cifra que se ha triplicado desde 2016, cuando era del 13%. Esta situación es aún más crítica entre las mujeres en situación de pobreza donde el 91% no tiene acceso efectivo a la salud, en comparación con el 74% de los hombres en la misma condición.
Una brecha de género que debe ser abordada con urgencia
Estas estadísticas evidencian una brecha de género que debe ser abordada con urgencia. En ese sentido, la integración de la perspectiva de género en la salud pública es esencial para lograr la equidad en el acceso a los servicios de salud. Esto implica reconocer y abordar las diferencias y necesidades específicas de las mujeres, considerando factores biológicos, sociales y culturales que afectan su salud. Además, es fundamental promover políticas que separen el acceso a la salud de las prestaciones laborales. Esto ya que muchas mujeres dependen de familiares para recibir atención médica, lo que perpetúa su dependencia y limita su autonomía.
La promoción de la equidad en salud también requiere la implementación de programas que reconozcan y valoren el trabajo de cuidados no remunerado, que recae predominantemente en las mujeres. Este trabajo, que constituye el 20% de las economías, limita su participación laboral y reduce los ingresos de la región hasta en un 30%.
Invertir en infraestructuras de cuidado y redistribuir las tareas de manera equitativa son pasos fundamentales para mejorar la salud y el bienestar de las mujeres.
Finalmente, hacemos un llamado; aunque las mujeres han ganado terreno en el sector salud en México, persisten desigualdades significativas que afectan su acceso a servicios de salud pública y su representación en puestos de liderazgo.
Por esta razón, integrar una perspectiva de género en la salud pública es crucial para abordar estas disparidades. Sumado a ello es necesario garantizar que todas las mujeres tengan acceso equitativo a la atención sanitaria. Esto no solo mejorará la salud de las mujeres, sino que también fortalecerá el sistema de salud en su conjunto, promoviendo una sociedad más justa y equitativa.