El miedo de las mujeres al dinero

Por lo general la mayoría de las mujeres tenemos una gran necesidad de justificar cualquier atracción o gusto hacia el dinero tratando de buscar y encontrar una justificación que le “quite” lo material tratando de humanizarlo
Por lo general la mayoría de las mujeres tenemos una gran necesidad de justificar cualquier atracción o gusto hacia el dinero tratando de buscar y encontrar una justificación que le “quite” lo material y tratar de humanizarlo

No soy materialista, a mí no me interesa el dinero, creo que hay cosas más importantes en la vida, las relaciones personales me son más importantes…

¿Alguna vez te has escuchado decir algo así cuando sientes que alguien puede pensar que tienes interés por el dinero?

Por lo general la mayoría de las mujeres tenemos una gran necesidad de justificar cualquier atracción o gusto hacia el dinero tratando de buscar y encontrar una justificación que le “quite” lo material tratando de humanizarlo, y siempre que es posible damos una razón o excusa para utilizarlo y más cuando lo usamos en nosotras mismas.

¿Por qué sucede esto en todas las mujeres, prácticamente de todo el mundo?

Me parece que parte de la respuesta es que el dinero no es algo neutro, pues no sólo es algo creado en las diferentes culturas para mejorar el sistema de trueque de objetos, sino que simbólicamente ha sido un medio que las sociedades patriarcales y capitalistas han elegido para representar el poder y mantener los roles sexuales establecidos.

En este primero de dos artículos, intentaré hacer un análisis de cómo se reproduce ésta simbología dentro de los roles de género y más específicamente por qué las mujeres desarrollamos una relación tan poco sana con el dinero.

Dentro del modelo “ideal” de mujer que nos enseñan desde niñas, nos inculcan que algunos de los atributos más valorados como mujeres tienen que ver con centrar nuestra atención en las y los demás, es decir, que la mujer guiada desde este mandato verdaderamente tiene que quitarse todo y no quedarse con nada.
Dentro del modelo “ideal” de mujer que nos enseñan desde niñas, nos inculcan que algunos de los atributos más valorados como mujeres tienen que ver con centrar nuestra atención en las y los demás, es decir, que la mujer guiada desde este mandato verdaderamente tiene que quitarse todo y no quedarse con nada.

Para empezar, no olvidemos que dentro del modelo “ideal” de mujer que nos enseñan desde niñas, nos inculcan que algunos de los atributos más valorados como mujeres tienen que ver con centrar nuestra atención en las y los demás, es decir, que la mujer guiada desde este mandato verdaderamente tiene que quitarse todo y no quedarse con nada.

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También se nos refuerza en nuestro rol de género a ser dependientes, a desconfiar de nuestra capacidad para tomar decisiones y por tanto a desconfiar cuando queremos ser autónomas, y se nos enseña a ceder nuestro poder “al otro” (a los padres –no madres– y después a la pareja).

Por lo que si realmente nos tomamos muy en serio y creemos que este es el ideal al que debemos apegarnos, rechazaremos a nivel emocional cualquier cosa (como el dinero) que nos impida desarrollar los valores que tienen que ver con este ideal.

Y justo eso es lo que pasa con el dinero; es imposible sentirse cómoda y poder manejarlo adecuadamente a nivel práctico si pensamos que representa algo malo para nuestro desarrollo como mujeres.

En mi experiencia profesional con grupos psicoterapéuticos cuando aparece el tema del dinero, siempre las mujeres lo asociaban con algo negativo como: frialdad, egoísmo, especulación, suciedad, materialismo o ambición, y por otro lado, se asociaba al poder y a la estabilidad, lo que hace evidente el conflicto interno que vivimos al sentir el dinero como algo valioso para conseguir poder, pero ajeno a nuestros deseos por ser incompatible con nuestra identidad como mujeres.

Es como si en el fondo (inconsciente) tuviéramos miedo a perder nuestra identidad femenina, a perder la aprobación y el afecto de las y los demás si nos convertimos en personas “demasiado” independientes al no poder sobrevivir emocionalmente sin esa “fuerza” que supuestamente nos transmiten nuestros vínculos afectivos con otras personas.

Es un hecho que en el inconsciente colectivo el dinero tiene un significado diferente dependiendo si es asociado al género masculino o al género femenino, es bien sabido que cuando un hombre tiene dinero es poderoso, tiene prestigio, es importante, mientras que si una mujer tiene una economía solvente es considerada interesada, ambiciosa, peligrosa porque es liberada y poderosa y probablemente soltera porque, desafortunadamente, todavía es muy difícil que un hombre acepte a una mujer con poder económico, con poder sobre sí misma.

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Como resultado de esta forma de pensar, existen muchas mujeres que continuamente luchan por su autonomía y que son agredidas y rechazadas por hombres machistas y también por mujeres que no escapan a la influencia de esa educación patriarcal.

Para mí siempre van ligadas la autonomía emocional y la económica ya que están unidas como las caras de una moneda, de tal manera que cuando las mujeres queremos generar nuestros propios ingresos y administrarlos nosotras mismas atreviéndonos a transgredir las normas que nos atrapan, nos sentimos culpables y “egoístas”, por aventurarnos a disfrutar del poder que da el dinero, es decir, por atrevernos a saborear el poder de elegir la vida que queremos, nos merecemos y a la que tenemos derecho.

Página en Internet: www.saludmentalygenero.com.mx

Alejandra Buggs Lomelí /CIMAC

Imagen cortesía de Depositphotos.com | Plenilunia



Escrito por

Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.

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