Desempeñar el papel de madre se ha convertido en un reto cada vez más grande. La función maternal se ha convertido es un rol difícil de cumplir, sobre todo en la calidad de tiempo que podemos ofrecer a nuestros hijos.
La madre es quizá la figura que más trascendencia tiene en los seres humanos. Desde el inicio de la vida es con la madre con quien formamos el primer vínculo afectivo, de ella, obtenemos amor, contención y los nutrientes necesarios para nuestro crecimiento, en el mejor de los escenarios. Sin embargo, hoy en día ser madre se ha convertido en un reto cada vez más grande ya que el mundo exige mayor participación de las mujeres en el ambiente económico y laboral, en consecuencia, esto ha provocado una devaluación de la función maternal.
El ejercicio de la paternidad tiene que ver con los derechos y obligaciones de los padres, tanto en el plano psíquico personal como en el que tiene que ver directamente con los hijos. El deseo de tener hijos y el proceso de transición a la paternidad son elementos claves para cumplir con el ejercicio de ser padre o madre.
Actualmente en mayor medida existen algunas madres que no pueden cumplir con estas funciones por diversas razones, ya sea porque no deseaban al hijo o porque ser madre “no era tan fácil como pensaban”, lo que provoca entonces que se conviertan en figuras ausentes.
Es importante aclarar que el término ausencia se refiere tanto a la ausencia física como a la ausencia psíquica, es decir, que a pesar de que la madre esté presente, puede ser vivida como lo contrario principalmente en el plano emocional y afectivo.
Los hijos que enfrentan una situación de este tipo buscan, de acuerdo con sus posibilidades, formas de lograr que su madre se acerque a ellos, a través del llanto, berrinches, malas calificaciones, etc. Si la madre es capaz de percibir esto, podrá entonces acercarse a los hijos y cumplir con sus necesidades, de lo contrario, los hijos buscarán la forma de independizarse y de renunciar a tener una madre.
La etapa de desarrollo en la que se encuentran los hijos va a ser un factor fundamental en la forma en que viven esta situación; en la primera infancia se sentirán indefensos y vulnerables frente a los peligros del mundo, el cual les parecerá amenazante, ya que no hay una madre que le ayude a entenderlo y lo acompañe en su desarrollo; en la adolescencia, lo que hará falta será una figura con la cual identificarse, especialmente en las mujeres, mientras que en los hombres, les hará falta un rol que más adelante, en la adultez, buscarán en su pareja; asimismo, faltará a quién acercarse para pedirle consejo y apoyo.
La calidad y la cantidad de la atención del niño nacido biológicamente sano definen en gran medida la cualidad de su desarrollo y las posibilidades futuras de su aprendizaje. No obstante, investigaciones sobre el vínculo temprano comprobaron que las experiencias e interacciones en los primeros años de vida con las figuras significativas de su entorno, fundamentalmente con la madre, influyen en la manera en que se desarrolla el niño y tienen consecuencias importantes por ejemplo, en la salud y la nutrición.
Independientemente del momento histórico, de las circunstancias sociales y de las modificaciones en las configuraciones familiares, el niño que es separado de su madre biológica durante el primer año de vida presentará disfunciones de diferentes grados en su psiquismo.
El vínculo materno, insustituible en la constitución del psiquismo infantil, no queda exclusivamente a cargo de la madre biológica. Lo importante en la formación de la figura materna es el establecimiento de un lazo de amor que asegure la permanencia de una persona, siempre la misma, que pueda amarlo y hacerse cargo de su crianza. La única condición para quien sustituya a la madre en el ejercicio de su función durante su ausencia, es que desee hacerse cargo del niño y tenga un psiquismo lo suficientemente desarrollado como para entender e interpretar amorosamente las necesidades del pequeño.